Pto. del Rosario, Fuerteventura (islas Canarias-España), 27/05/2012.
Vegueta, G. Canaria, 23/02/2014.
Vegueta, G. Canaria, 23/02/2014.
Carencias espirituales por falta de
Visión.
La falta de visión puede traernos
algunos inconvenientes en nuestra vida espiritual, Juan nos muestra a cuatro
personajes que nos dan una lección.
1.- María Magdalena: Devoción
sin visión es confusión. Juan 20:1; Juan 20:11 -18.
La
devoción de María está claramente demostrada en que se atreve a vencer algunos
inconvenientes que se interponían entre ella y el cuerpo de su Señor: a). Venció el sueño, recordemos que Juan nos declara “…siendo
aún oscuro”, fue la primera en llegar al sepulcro. b). No
le intimidó la piedra que habían colocado a la entrada del sepulcro y c) Estaba dispuesta más allá de sus fuerzas físicas
a llevarse el cuerpo del Señor ella
misma en persona. Pero a pesar de todo lo anterior ella estaba confundida, en
el vrs. 1 dice: “se han llevado el cuerpo del Señor”. Hizo conjeturas que
confundieron a los discípulos. Su devoción no le sirvió de nada porque no tenía
la visión adecuada y terminó confundida y
confundiendo a otros. Ella buscaba entre los muertos al que estaba VIVO. Hay una
similitud entre María y la cristiandad profesante, podemos ver en las
procesiones muchas lágrimas y devoción sincera pero sin visión. Como María
están buscando entre un puñado de imágenes muertas al que está vivo. Mucha
devoción sin ninguna convicción.
2.-
Juan (el
discípulo a quien amaba Jesús):
Conocimiento sin visión es
legalismo. Juan 20:5;8.
Juan es
el discípulo que seguramente llegó a tener una cercanía más estrecha con su
maestro, es el único que se gana el título del discípulo a “quién Jesús amaba”,
el único que tuvo el privilegio de
recostarse al pecho del Señor.
Juan por ejemplo es el único evangelista que describe la escena del costado
traspasado en la cruz, es el único que se nombra cerca de la cruz, con aquellas
mujeres. Pero esto no siempre fue así: Junto con su hermano Jacobo se gana el
calificativo de “hijos del trueno” (Mar. 3:17), tal vez por su actitud en Luc.
9:53-55 cuando piden al Señor que descienda fuego del cielo sobre aquella aldea
de samaritanos que no les había recibido. Así como nos describe Marcos en el
capítulo 9 versículo 38 de cómo Juan reprende a aquel hombre que echaba fuera
demonios por la sencilla razón de que esté no les seguía, a lo que el Señor
debe hacerle un llamado de atención, pero su radicalismo no se queda aquí, sino
que en una actitud egoísta y pasando por encima de sus condiscípulos una vez
más junto con su hermano Jacobo piden al Señor que cuando esté reine ellos
tengan un sitial de honor uno a cada lado del Señor. (Mar. 10:35-37). Por lo
antes descrito vemos un antagonismo en la vida de Juan, mucho conocimiento del
Señor, mucha cercanía con su maestro pero ninguna visión espiritual, esto le
llevó a un legalismo radical que el Señor tuvo que derrumbar en el sepulcro
cuando él mismo nos describe en su evangelio en el capítulo 20 y versículo 8
donde se nos narra que vio y creyó. El
conocimiento y la cercanía al Señor debe ir a la par con una visión adecuada
espiritualmente hablando, debemos preguntarnos ¿Para quién lo hago y porque lo
hago? Juan nos da una excelente lección
de que el conocimiento sin la visión correcta puede transformarse en un
legalismo extremo.
3.-
Pedro: Impulsividad
sin visión es irreverencia. Juan 20:6.
Si alguien estaba dispuesto a ser el primero de la
fila a la hora de cooperar en el servicio para el Señor ese era Pedro, es el
único discípulo que se lleva el honor de haber caminado sobre el mar, a
petición propia (Mat 14:28), aunque luego se hundiera por haber desviado la
mirada de donde no debió quitarla, del sustentador de todas las cosas, el Señor
mismo. Es el único que se atrevió a reprender al Señor, delante de sus
condiscípulos para que no muriera en la
cruz (Mat 16:22). Y su impulsividad le llevó a confiar en sí mismo para
terminar negando a aquel a quien el mismo había decidido seguir tiempo atrás
(Mat 26:33). Tal vez fue esa misma
impulsividad que de los tres que
llegan al sepulcro el domingo de la resurrección del Señor, es el único que
entra a la tumba sin más preámbulos. Muchas veces pecó de irreverente por su misma
impulsividad, su deseo sincero de ser el primero en hablar y servir no le
sirvió de nada porque no iba acompañada de la adecuada visión espiritual, visión
que afortunadamente aprendió a usar posterior al recibimiento del Espíritu
Santo el día de pentecostés cuando le escuchamos dar su primer discurso, donde
por cierto ratifica la resurrección del Señor (Hch 4:10). A veces creemos que el hecho de estar en todas las
actividades de la iglesia y ser los primeros para todo en cuanto al servicio al
Señor, es suficiente. ¿Pero nos hemos detenido a pensar si todo ese servicio y
disposición va dirigido a servir al Dios de la gloria? O a la primera de cambio
por alguna crítica recibida, justificada o no, estamos dispuestos a tirar la
toalla. Tal vez en esos momentos no tengamos al igual que Pedro la adecuada
visión espiritual para ver a quién estamos siguiendo y sirviendo. Recordemos la
disposición y el impulso al servicio al Señor sin la adecuada visión espiritual
puede terminar llevándonos a una irreverencia total en el servicio a Dios, a
pesar de nuestra sinceridad con que lo ejecutemos.
4.- Tomás:
Realismo o materialismo sin visión es incredulidad. Juan20:24 -29.
Seguramente
Tomás sea el discípulo que se ha
ganado injustamente, a mi modo de ver,
el calificativo de incrédulo, por el
relato que aparece en Juan capítulo 20. Ya que no recordamos otras ocasiones en
donde este discípulo demostró ser un hombre identificado con la causa de Jesús.
Fijémonos en Jn 11:16. En aquella situación, los
discípulos habrían podido negarse a seguir a Jesús; pero una voz solitaria se
dejó oír. Todos creían que el
volver a Jerusalén era jugarse la vida, y no daban el paso al frente. Pero
entonces se oyó la voz de Tomás: “¡Vamos nosotros también a morir con Él!» Todos los judíos de
entonces tenían dos nombres: el hebreo, para la familia y el círculo más
íntimo, y el griego, para todo lo demás. Tomás es el nombre hebreo y
Dídimo (R-V) el griego, y los dos quieren decir lo mismo, Mellizo. En
los evangelios apócrifos se urdieron algunas leyendas en torno a Tomás, y hasta
se llegó a decir que era el mellizo de Jesús. En esta ocasión, Tomás
desplegó la mejor clase de valor. En su corazón, como dice R. H. Strachan, “no
había una fe expectante, sino una desesperación leal.» Pero a una cosa estaba
decidido: Viniera lo que viniera, él no se retiraba. (W. Barclay, comentario. Bíblico
del N.T.). Un punto menos en su
contra es el hecho que ese día, precisamente no asistió a la reunión donde se
encontraban todos los apóstoles, menos
él. Pero esto no significa que fuese un “faltón” de los compromisos tocantes a
la asistencia a las reuniones Hch 1:13
lo demuestra, sino que un fallo le llevó a otro, la inasistencia ese día le
trajo como consecuencia el no ver al Señor en persona y eso le trajo la duda,
duda que por cierto compartían todos los discípulos antes de la aparición del
Señor en persona (Luc 24:21, Luc 24:37, Mar 16:11, Mar 16:14, Mat 28:17).
Tomás nos enseña que el
aferrarnos tanto al materialismo realista, nos puede pasar factura y llevarnos
al fatalismo de la incredulidad.
Podemos
resumir de todo lo anterior expuesto que en la apreciación que tuvieron estos
personajes de la resurrección del Señor, faltó el elemento fundamental en la
vida de todo creyente en Cristo: la visión que trasciende lo físico, la
apreciación espiritual. Debemos decir a su favor que aunque ellos tuvieron el
privilegio de tener acompañándoles a la misma persona del Señor Jesucristo,
hasta el momento de la resurrección no contaban con la presencia del Espíritu
Santo como morador permanente en sus vidas. Esta carencia pudo repercutir en su
contra esta carencia de vista espiritual. Si esto es cierto, nosotros somos
inexcusables a la hora de ver lo invisible de Dios.
S. A. S. P.
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