Lo que hace que
se manifieste en nuestras vidas el poder de Dios es nuestra fe, Cuando
Jesús comenzó su ministerio público en Nazaret leemos en Mat_13:58 Y no
hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos. Que lástima
para aquellas personas que desperdiciaron la oportunidad de sus vidas teniendo
entre ellos al gran hacedor de milagros y no poder disfrutarlo. El Señor se vio
limitado en su poder a causa de su incredulidad. Dios no nos fuerza a creerle,
el espera que nuestra voluntad se rinda a El para actuar.
Del mismo modo el escritor a los Hebreos en el
gran capítulo once de la fe, nos recuerda que lo que provocó el derribo de los
imponentes muros de Jericó fue la fe del pueblo Heb 11:30. Y aquí una vez más vemos como el poder de Dios fluye a
través de nuestra confianza en El. En contraste vemos que fue la poca fe de Pedro
que hizo que se hundiera en las aguas turbulentas cuando caminó sobre el mar al
encuentro con su Señor Mat 14:31. Debemos desechar la duda para dar paso a la
fuerza del poder de Dios.
Por esta razón es de suma importancia
ejercitar nuestra fe. Pablo nos dice que la fe es por el oír y el oír por la
palabra de Dios Rom 10:17, por esto
mismo debemos cuidar lo que escuchamos ya que en función de eso nuestra fe se
fortalecerá o decaerá. Dar cabida a voces desalentadoras o fatalistas hará que
nuestra confianza en Dios decaiga y en consecuencia tendremos una fe pobre y
poco efectiva para que el poder de Dios actúe en nosotros. El pasar horas en la
tele escuchando malas noticias o prestando atención a un vecino pesimista nos
llevará tarde o temprano a adoptar esa misma actitud y como resultado una fe
pobre y poco efectiva para los planes de Dios en nuestra vida.
Llenémonos del conocimiento de Dios por su
palabra (la Biblia), escuchemos cánticos e himnos que glorifiquen su persona y rodeémonos de personas a fines con los intereses de Dios, de este modo el
poder supremo de Dios se manifestará en nosotros efectivamente. Del mismo modo contagiemos
de esta actitud a aquellos que no reflejan la confianza y fe en nuestro
poderoso Dios Jesucristo, para que ellos disfruten como nosotros del poder de
Dios en sus vidas.
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