miércoles, 23 de julio de 2025

El Sumo Sacerdote en el Antiguo Testamento: Sombra del Cristo Eterno .txt no. 102

(haz clic sobre las citas bíblicas para leer).

    En el corazón del antiguo sistema levítico encontramos al sumo sacerdote: una figura central en la vida religiosa de Israel. Su rol no era simbólico, sino vital. Entraba una vez al año al Lugar Santísimo (Levítico 16), llevando sangre por sus propios pecados y por los del pueblo, intercediendo ante Dios en el Día de la Expiación. Era el único puente humano entre un pueblo pecador y un Dios absolutamente santo.

  Pero esa figura, por gloriosa que fuese, era solo una sombra de una realidad mayor (Hebreos 10:1). A lo largo del Antiguo Testamento, vemos anticipos, tipos y símbolos que encuentran su cumplimiento en Jesús, el verdadero y eterno Sumo Sacerdote.

    El autor de Hebreos declara con firmeza: “tenemos un gran Sumo Sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios” (Heb. 4:14). A diferencia de los sacerdotes levíticos, Jesús no ofreció sangre ajena, sino la suya propia. No entró a un tabernáculo terrenal hecho por manos humanas, sino al cielo mismo, presentándose ante el Padre como intercesor eterno (Heb. 9:24–26).

    Jesús es al mismo tiempo el sacerdote, el sacrificio y el mediador. Su obra es definitiva. “Consumado es”, clamó desde la cruz (Juan 19:30), y con ello, el velo del templo se rasgó (Mateo 27:51), abriendo acceso directo a Dios para todos los que se acercan por medio de Él.

    Para el creyente, esto significa que ya no necesita mediadores humanos, ritos ni estructuras religiosas para acercarse a Dios. “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia” (Heb. 4:16). La obra de Cristo es suficiente. Podemos vivir en libertad, sin temor, sabiendo que tenemos un abogado fiel que intercede por nosotros constantemente (1 Juan 2:1).

    Para el incrédulo, esta verdad es una invitación urgente. No hay otro camino, no hay otro sacerdote, no hay otro sacrificio. Cristo es suficiente, pero también exclusivo. Rechazar su mediación es quedarse sin expiación, sin esperanza y sin acceso al Dios vivo.

    El sumo sacerdote del Antiguo Testamento apuntaba a algo mayor: a Jesús, el verdadero Mediador. Para todo corazón que anhela reconciliación con Dios, la puerta está abierta. No por obras, no por religión, sino por gracia, a través del Sumo Sacerdote que vive para siempre.

Esta sección tiene como meta, presentar información oportuna, interesante y hasta curiosa para el
 conocimiento sobre Dios y tu futuro eterno. 

                      

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