Uno de los aspectos más sublimes de la revelación bíblica es cómo Jesucristo es presentado a través de contrastes complementarios. En Él convergen realidades que parecen opuestas, pero que en su persona se armonizan sin contradicción. Es el Cordero inmolado y el León vencedor, el Sacerdote eterno y la Ofrenda perfecta, el Siervo sufriente y el Rey soberano, el Hijo obediente y el Señor exaltado. Estas imágenes, tomadas tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, revelan la plenitud de su persona y su misión redentora.
Este artículo busca guiarte por una lectura exegética que integre la teología bíblica con aplicaciones relevantes tanto para el creyente comprometido como para el incrédulo pensante.
- Éxodo 12:5–7 – El cordero pascual sin defecto.
- Isaías 53:7 – “Como cordero fue llevado al matadero.”
- Juan 1:29 – “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.”
- Apocalipsis 5:5–6 – “El León de Judá… vi un Cordero como inmolado.”
Adoramos a un Salvador que nos amó lo suficiente como para morir por nosotros, pero también nos guía con poder como Rey soberano. Este equilibrio elimina la arrogancia (ante su sangre) y el temor (ante su realeza). Hoy, Jesús se presenta como Cordero que ofrece perdón. Pero quien rechaza su sacrificio, enfrentará un día al León que juzga con justicia (2 Tes. 1:7–9).
- Levítico 16 – El sumo sacerdote el Día de la Expiación.
- Isaías 53:10 – “Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado.”
- Hebreos 4:14; 9:11–14 – Cristo como Sumo Sacerdote que se ofrece a sí mismo.
- Juan 10:18 – “Nadie me quita la vida, yo la pongo de mí mismo.”
- Isaías 42:1–3; 53:3–11 – El Siervo sufriente.
- Zacarías 9:9 – El Rey humilde montado en un pollino.
- Mateo 20:28 – “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir.”
- Apocalipsis 19:11–16 – Cristo como Rey de reyes, Juez guerrero.
En Isaías, el Siervo es despreciado, cargado con nuestros pecados. En los Evangelios, Jesús sirve, lava los pies de sus discípulos, muere. Pero también resucita, asciende y regresará como el Rey vencedor, montado en un caballo blanco. La humildad del Siervo no niega su autoridad real, sino que la revela.
Las escrituras nos llama a imitar su siervo-reinado: servir en humildad mientras esperamos su regreso glorioso. Este modelo cristiano es el antídoto contra el liderazgo egocéntrico. Jesús te sirve hoy con paciencia y gracia. Pero Él regresará con poder. ¿Lo recibirás como Rey voluntario o como Juez inevitable?
- Filipenses 2:5–11 – Se humilló… por lo cual Dios lo exaltó.
- Lucas 22:42 – “No se haga mi voluntad, sino la tuya.”
- Colosenses 1:15–18 – “Primogénito (Señor) de toda creación… cabeza del cuerpo.”
- Hebreos 5:8 – “Aprendió obediencia por lo que padeció.”
La gloria de Cristo se basa en su obediencia radical al Padre. La exaltación no es un añadido, sino la consecuencia inevitable de su humildad perfecta. Esta unión de sumisión filial y autoridad suprema revela que el verdadero liderazgo nace del sacrificio. La obediencia no nos degrada, nos configura con Cristo. Aquellos que se humillan con Él, también reinarán con Él (2 Tim. 2:12). Jesús, aunque Señor, se sometió por amor. ¿Cómo puedes resistirte a un Señor así?
Las paradojas de Cristo; son testigos de su grandeza divina y humana. Solo alguien verdaderamente Dios y verdaderamente hombre puede ser a la vez:
- El Cordero sacrificado y el León conquistador,
- El Sacerdote eterno y la Ofrenda perfecta,
- El Siervo humilde y el Rey glorioso,
- El Hijo obediente y el Señor universal.
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