viernes, 31 de octubre de 2025

Lo que representa una generación, Num 32:13.txt. no. 125.

   En la Biblia, la duración de una generación no se presenta de forma fija, sino que varía según el contexto histórico, literario o simbólico en el que se usa el término. Aun así, podemos identificar tres enfoques principales según el uso bíblico, veámoslo a continuación:

   1. Contexto temprano en el Antiguo Testamento — (libro del Génesis).

   En los primeros capítulos de la Biblia (por ejemplo, las genealogías de Génesis 5 y 11), las generaciones se cuentan en los tiempos de los patriarcas, quienes vivían muchos años. Ejemplo: desde Adán hasta Noé o desde Noé hasta Abraham, los patriarcas vivieron entre 150 y 900 años. En ese contexto, una generación podía entenderse como unos 100 años o más, debido a la longevidad de los personajes. Véase también como referencias: Génesis 15:13, 16.  > “...en la cuarta generación volverán acá…”. Aquí, Dios le dice a Abraham que su descendencia volverá a Canaán en la cuarta generación, lo que según Éxodo 12:40–41 equivale a unos 400 años, o sea aproximadamente 100 años por generación.

   2. Contexto histórico (libros del Éxodo – Reyes – Crónicas).

   En tiempos posteriores, cuando las vidas humanas eran más cortas, una generación se entendía más naturalmente como unos 40 años. Léase también cómo referencia: Números 32:13 > “Y se encendió la ira de Jehová contra Israel, y los hizo andar errantes por el desierto cuarenta años, hasta que se acabó toda aquella generación...”. Aquí, una generación equivale a 40 años.

   3. Contexto profético y poético (libros de los Salmos, Evangelios, Apocalipsis).

   En los textos proféticos y sapienciales, “generación” a veces tiene un sentido moral o espiritual, más que cronológico. Por ejemplo, la frase “esta generación perversa” mencionada en (Mateo 12:39) se refiere a una época o grupo moralmente definido como perversa, no a un período de tiempo fijo. Sin embargo, algunos intérpretes proféticos (especialmente en escatología) siguen considerando una generación como aproximadamente 40 años, tomando como referencia el período del desierto.

 El creyente debe vivir cada día con sentido de urgencia espiritual, sabiendo que pertenece a una generación que camina hacia el cumplimiento de las promesas divinas. > “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora” (Mateo 25:13). Cada grupo de creyentes debe actuar como si fuera la última generación, pero trabajar como si tuviera siglos por delante. Esto produce equilibrio entre esperanza activa y responsabilidad presente.

    El genuino hijo de Dios que entiende que “su generación” está bajo el plan soberano de Dios, no teme el futuro ni las señales del fin, sino que las ve como recordatorios de que Cristo cumplirá lo que ha prometido. > “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lucas 21:28). Vivir preparado no significa vivir asustado, sino vivir en comunión constante con Dios.


 Reconocer que el tiempo de gracia es limitado y recordar que cada generación recibe una oportunidad de arrepentirse. Así como la generación del diluvio ignoró la advertencia de Noé, o la del siglo I rechazó a Cristo, también hoy existe el riesgo de despreciar el llamado divino. > “Como fue en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:37). El mundo debe entender que Dios es paciente, pero no indiferente. El tiempo de gracia es real y es hoy, pero este no será eterno.


    ¿Que visión tienes de esta generación que te ha tocado vivir? La está usando para Dios o solo para ti mismo? El llamado al arrepentimiento es para ti si aún no lo has experimentado. Dios quiere tener un encuentro personal contigo para darte salvación y vida eterna! Así como renovar tu fe para Su servivcio.


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miércoles, 22 de octubre de 2025

Un enfoque global del toque divino, txt no. 124.

“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.” — Génesis 2:7

“Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido... tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.” — Isaías 6:6–7

El toque que forma, transforma y consagra.

    En toda la Escritura, el toque de Dios no es un simple acto físico, sino una intervención teológica: Dios irrumpe en la materia, el alma y la historia para crear, purificar y restaurar. Desde el primer aliento en el Edén hasta el toque glorificador en Apocalipsis, la Biblia describe un “toque divino global” — la acción soberana de Dios que abarca toda la realidad creada.

John Lennox, al reflexionar sobre la relación entre el Creador y su creación, suele subrayar que el toque de Dios no es simbólico sino sustancial: donde Dios toca, la vida aparece; donde Él toca lo impuro, la santidad se imparte; donde Él toca al hombre, el propósito se renueva.

    El toque divino, por tanto, es global porque alcanza: Lo material (creación), Lo moral (purificación del pecado), Lo misional (envío para servir).

I. El toque creador — El aliento que da vida (Génesis 2:7)

  • El verbo hebreo יָצַר (yatsar) significa formar con propósito y arte, como un alfarero que moldea la arcilla (Jeremías 18:6). Aquí, Dios no crea al hombre con una palabra (como a los astros y el resto), sino con sus propias manos.

  • Luego “sopló” — נָפַח (naphach), que implica insuflar vida con intención. No es aire físico: es ruaj, el soplo vital, el espíritu que comunica existencia personal.

Así, el primer toque divino es creativo y relacional. Dios toca el polvo y lo convierte en persona; el contacto directo del Creador con la creación produce vida.

📖 Referencias en el Antiguo Testamento: 

  • Job 33:4: “El espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida.”

  • Salmo 139:13–16: Dios “formó” (yatsar) el cuerpo en el vientre materno — su toque continúa en cada generación.

    Existe una implicación teológica en todo lo anterior; El toque creador revela la dignidad del ser humano. No somos producto del azar, sino de un contacto directo del Creador. Donde Dios toca, la materia cobra sentido; donde no toca, la vida se disuelve en lo inerte.

II. El toque purificador — El fuego que limpia y comisiona (Isaías 6:6–7).

    En Isaías 6, el profeta experimenta una teofanía: el Dios infinitamente santo en su trono. Ante esa santidad, Isaías se reconoce “hombre inmundo de labios”.

Pero el Dios que revela su gloria también provee purificación.

  • El término hebreo נָגַע (naga) = “tocar”, implica un contacto que causa efecto real. No es simbólico: el carbón encendido “toca” (naga) los labios y “quita” la culpa (סוּר, sur = apartar).

  • El carbón proviene del altar — símbolo del sacrificio. El toque purificador no destruye, redime mediante el fuego del sacrificio.

📖 Paralelos en el Antiguo Testamento:

  • Éxodo 29:37: “Todo lo que toque el altar será santificado.” El contacto con lo santo santifica.

  • Levítico 6:27: El sacrificio de expiación purifica todo lo que toca.

  • Daniel 10:10, 16: Un toque celestial fortalece al profeta tembloroso.

    Las implicación teológica sobre estos pasajes podrían resumirse de la siguiente manera:

    El toque divino purificador no solo limpia la culpa, sino que capacita para el servicio. Después del toque, Isaías oye: “¿A quién enviaré?” — el toque lo transforma en mensajero.

    Así que, el toque de Dios no termina en la santificación, sino que desemboca en la misión

III. El toque restaurador — La mano que levanta al caído.

    Aunque no se mencione explícitamente “toque” en cada caso, la acción divina de restaurar siempre implica cercanía tangible:

  • Elías y el ángel (1 Reyes 19:5–7): “Un ángel le tocó, y le dijo: Levántate y come.” → Dios toca al agotado y lo alimenta.

  • Jacob en Peniel (Génesis 32:24–31): Dios toca su muslo, lo hiere y lo bendice. → Un toque que duele pero redime.

  • Jeremías 1:9: “Jehová extendió su mano y tocó mi boca, y me dijo: He puesto mis palabras en tu boca.” → El toque comunica autoridad profética.

Existe un patrón teológico observado en el Antiguo Testamento, que implican a su vez tres movimientos constantes:

  • Formar (Génesis 2:7) — Creación.
  • Purificar (Isaías 6:6–7) — Redención.
  • Comisionar (Jeremías 1:9) — Misión.

Este patrón se repite en toda la revelación bíblica y alcanza su plenitud en Cristo.

IV. El toque culminante — En Cristo, Dios toca al mundo

En el Nuevo Testamento, el toque se encarna literalmente en la persona de Cristo: “Y tocó su mano, y la fiebre la dejó.” (Mateo 8:15)
El toque divino que antes se manifestaba en teofanías ahora se hace carne en el Hijo.

  • Jesús toca a los leprosos (Mateo 8:3): santidad que purifica.

  • Toca los ojos del ciego (Mateo 9:29): verdad que ilumina.

  • Toca el féretro del hijo de la viuda (Lucas 7:14): vida que vence a la muerte.

  • Finalmente, toca al mundo con la cruz — el toque supremo del amor redentor.

    En Pentecostés, ese toque se universaliza: el Espíritu toca a todos los que creen (Hechos 2).
El toque divino se vuelve global, extendiéndose por medio de su Iglesia. 

    Veamos a continuación algunas aplicaciones prácticas para los genuinos cristianos:

  • Recuerda el toque creador: Tu vida no es accidente; fue formada por el contacto directo de Dios. → Vive con propósito y dignidad.
  • Busca el toque purificador: La santidad no se impone, se recibe cuando permites que Dios toque tus áreas impuras. → La confesión es el punto de contacto del perdón.
  • Responde al toque comisionador: Quien ha sido tocado por la gracia no puede permanecer inmóvil. → Tu testimonio es el toque de Dios en otros.

    Del mismo modo para los incrédulos:

  • Dios no está distante ni indiferente: su toque creador te dio existencia; su toque redentor te ofrece vida nueva.
  • No necesitas escalar al cielo; el cielo ya se inclinó para tocarte en Cristo.
  • Permite que su toque transforme tu historia — del polvo a la vida, de la culpa al perdón.

    Desde el barro del Edén hasta el altar de Isaías, desde el toque de Jesús hasta la mano gloriosa del Apocalipsis, el toque divino abarca toda la historia bíblica y humana de forma global.
Donde Dios toca, la vida comienza; donde toca, el pecado se disuelve; donde toca, el hombre es transformado y enviado.

    El “toque divino global” es, en última instancia, la historia misma de la redención: Dios tocando al mundo para hacerlo nuevo. “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas.” — Apocalipsis 21:5

¿Permitirás que el toque divino y transformador te renueve para siempre?

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viernes, 17 de octubre de 2025

El contacto divino: Jesús toca a la suegra de Pedro (6) – Mateo 8:14-15.txt no 123.

 

    En una época de barreras culturales, religiosas y físicas, el acto de tocar a alguien podía ser transgresor, incluso escandaloso. Y sin embargo, en los Evangelios, Jesús lo hace repetidamente. La frase “le tocó”, “tocándole”, o similares aparece en momentos claves durante su ministerio, y en cada caso, ese contacto físico se convierte en una manifestación del Reino de Dios: sanador, restaurador, liberador y por mucho cercano.

    Para una generación que lucha con el aislamiento, el miedo al contagio y la desconexión relacional, estas escenas no son solo históricas: son espiritualmente contemporáneas. ¿Qué significó que Jesús tocara a un leproso, a una niña muerta o a los ojos de un ciego? ¿Y qué implica eso para nosotros hoy? Veamos a continuación cuando Dios extiende su mano:

    > “Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre. Y (Jesús) tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía.” (Mateo 8:14-15).

    El episodio de Mateo 8:14-15 nos presenta uno de los momentos más humanos y teológicos del ministerio de Jesús: el toque de la mano divina que sana y levanta. En este pasaje, el toque no solo elimina una fiebre; revela el corazón de un Dios que entra en el espacio humano, toca lo impuro y lo transforma.

    Mateo coloca este milagro inmediatamente después de la sanación del leproso y del siervo del centurión. Estos tres milagros forman una trilogía de toques divinos que muestran el alcance del Reino de Dios:

  • El toque de lo impuro (el leproso) — Jesús toca lo intocable (8:1–4).
  • El toque a la distancia (el siervo del centurión) — Jesús toca con su palabra (8:5–13).
  • El toque doméstico y personal (la suegra de Pedro) — Jesús toca lo cotidiano (8:14–15).

    En el caso de la suegra de Pedro, Jesús “vio”, “tocó” y “sanó”. El orden no es casual: la mirada divina antecede al toque, y el toque produce servicio. Dios primero nos sana, para luego usarnos en su obra. Este es el patrón del evangelio: Dios ve la necesidad, se acerca, toca, transforma y usa al individuo.

    ¿Y si Dios quiere tocarte? Muchos ven a Dios como lejano, intocable o desinteresado. Pero el Evangelio presenta a un Dios que, en Cristo, te busca para tocarte. No para juzgarte de inmediato, sino para sanarte, despertarte, devolverte la visión y limpiarte.

    El toque de Jesús no fue reservado para los "buenos" (aunque nadie lo sea). Fue para los impuros, los desahuciados, los confundidos y los enemigos. Si eso te describe, entonces eres exactamente el tipo de persona que Él tocó cuando caminó por esta tierra. Y El quiere hacerlo ahora en tu vida.

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sábado, 11 de octubre de 2025

El Rey que eligió una cruz antes que un trono.txt, mp4 no. 122

 El Rey que no es de este mundo.

    Desde los primeros capítulos del Evangelio de Mateo hasta la inscripción en la cruz, una sola verdad resuena con poder creciente: Jesús es el Rey de los Judíos (Mateo 2:2; 27:37). Sin embargo, su realeza no se parece a la de ningún monarca humano. No impone su dominio por la espada o por la fuerza, sino por el amor; no conquista territorios, sino corazones.

    Alguien dijo en una ocasión que el cristianismo no teme las preguntas profundas, porque la verdad resiste el escrutinio. Así, cuando Pilato pregunta: “¿Eres tú el Rey de los Judíos?” (Mateo 27:11), Jesús responde con majestuosa sencillez: “Tú lo dices”. En otras palabras, sí lo soy, pero no como tú lo imaginas.

    Su corona es de espinas (Mateo 27:29), su trono, una cruz; y su proclamación pública, una tabla que declara ante el mundo: “Este es Jesús, el Rey de los Judíos” (Mateo 27:37).

    Existen algunas recomendaciones para la vida devocional del cristiano genuino que quisiera compartir a continuación:

  • Reconoce la autoridad de Cristo en toda tu vida: Si Jesús es verdaderamente Rey, entonces no solo gobierna sobre lo espiritual, sino sobre nuestras decisiones, emociones y prioridades. Su señorío exige rendición. El reinado de Cristo no esta dividido: o Cristo reina en nosotros, o existen cosas o personas en nuestra vida que tratan de ocupar su trono.
  • Adora como los magos, no como los religiosos: Los magos vinieron de lejos buscando al “Rey de los Judíos” (Mateo 2:2) para adorarle, mientras los líderes de Jerusalén, que sabían dónde nacería el Mesías, no se movieron ni un paso. La devoción auténtica no se mide por conocimiento, sino por obediencia y adoración activa.
  • Sigue al Rey manso y humilde: Jesús entra en Jerusalén montado sobre un pollino (Mateo 21:5), no sobre un corcel blanco de guerra. El cristiano genuino refleja la mansedumbre de su Rey: firme en la verdad, pero tierno en el trato. La humildad no es debilidad, sino fuerza bajo control.

  • Confía en el Rey que vence a través del sacrificio: En la cruz, el poder del Reino se revela en la paradoja del amor. Mientras el mundo exige que descienda para creer, Él permanece para salvar (Mateo 27:42). Nuestra fe madura cuando reconocemos que la victoria de Cristo se manifestó en lo que parecía derrota.

    Cuando Natanael exclamó: “Tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel” (Juan 1:49), expresó lo que todo corazón redimido debe confesar. El título “Rey de los Judíos” no se limitó a un pueblo, sino que se extendió al cosmos entero: Cristo es Rey de reyes y Señor de señores. En un mundo que busca autonomía, el creyente encuentra libertad solo al rendirse ante su verdadero Rey.

    “El Reino de Cristo no se impone, se propone. No se conquista, se recibe. No se defiende con espadas, sino con acciones contundentes y amorosas.”

    El ladrón arrepentido en la cruz apeló a ese rey amante y sufriente (Jesús), que se acordara de el cuando este viniera en su reino futuro. Y la respuesta no se hizo esperar, el Señor le dijo: "hoy mismo estarás conmigo en el paraíso". 

    El evangelista Mateo comienza su evangelio con una pregunta trascendental ¿Dónde esta el rey de los judíos que ha nacido? Y al mismo tiempo termina con un ladrón arrepentido respondiendo a esa misma pregunta: "El rey esta en mi corazón, por que me ha prometido que estaré con El por toda la eternidad".

    ¿Haz recibido y aceptado esta declaración de perdón del rey de la gloria en tu vida?

Si lo deseas puedes ampliar más este tema, viendo este video:


El Rey que eligió una cruz antes que un trono, 12/10/2025.
ICE La Orotava, Tenerife, España.


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martes, 7 de octubre de 2025

La cruz de Jesús en el evangelio de Juan, Jn 19:17; 25. txt no. 121

    La trascendencia de la cruz de Jesús, desde lo histórico hasta su proyección escatológica.

    La cruz de Jesús es, sin lugar a dudas, el eje central de la historia bíblica y de la fe cristiana. No se trata de un mero acontecimiento histórico, ni de un símbolo religioso vacío, sino de la revelación culminante del amor, la justicia y la sabiduría de Dios. En Juan 19:17 leemos: “Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota”; y en el versículo 25: “Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena.” ; Solo el apóstol Juan menciona esta frase personalizada de la cruz del Señor Jesús. Ningún otro evangelista lo hace. describiendo el carácter personal del Señor en relación con el sacrificio por medio de la cruz.

Estos dos versículos nos ofrecen una doble perspectiva: por un lado, la obediencia de Cristo al cargar la cruz, y por otro, la cercanía de los que permanecieron fieles junto a Él. Ambos aspectos nos invitan a explorar la dimensión teológica, histórica y práctica de la cruz, no sólo en el Evangelio de Juan, sino en todo el arco narrativo de la Biblia.

    1. La Cruz en el Antiguo Testamento (Promesa y Sombra): Desde Génesis 3:15, donde Dios promete que la simiente de la mujer herirá la cabeza de la serpiente, ya se anticipa un sufrimiento redentor. Pasando por los sacrificios del sistema levítico (Levítico 16) prefiguran la necesidad de una sangre derramada para la expiación de pecados. En Isaías 53 presenta con claridad al Siervo sufriente que “cargó con nuestras iniquidades” y fue “despreciado y desechado entre los hombres”. Allí encontramos un retrato anticipado de la cruz.

    2. La Cruz en los Evangelios (Realidad Histórica y Teológica): En los evangelios sinópticos y en Juan, la cruz no es un accidente político ni un fracaso humano, sino el cumplimiento del plan eterno de Dios para la humanidad (Hechos 2:23). En Juan 19:17, el hecho de que Jesús llevara su cruz nos recuerda que Él mismo asumió voluntariamente el peso de nuestra condena (Juan 10:18). Y en Juan 19:25, la presencia de los discípulos fieles al pie de la cruz contrasta con la multitud que lo rechazó, mostrando que la cruz divide a la humanidad entre los que creen y los que no.

    3. La Cruz en los Escritos Apostólicos (Significado y Poder): Pablo declara que la cruz es “locura” para los que se pierden, pero “poder de Dios” para los que creen (1 Corintios 1:18). En Gálatas 2:20 afirma: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí.” Finalmente en Apocalipsis, el Cordero inmolado es el centro de la adoración celestial (Apocalipsis 5:6–9). La cruz, entonces, no es sólo un hecho pasado, sino un acontecimiento con repercusiones eternas.

  • Para los cristianos encontramos: 

    Identidad en la cruz: Recordar que nuestra vida está definida no por logros humanos, sino por lo que Cristo hizo allí. Somos “nueva creación” (2 Corintios 5:17).

    Cargar nuestra cruz: Jesús dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lucas 9:23). Esto implica vivir con entrega, amor sacrificial y perseverancia.

    Esperanza en el sufrimiento: La cruz muestra que Dios puede transformar el dolor en victoria. Ningún sufrimiento es en vano cuando se vive en Cristo.

  • Para los incrédulos:

    La cruz confronta la incredulidad: No se puede permanecer indiferente. Es un escándalo (porque muestra el juicio de Dios contra el pecado) y a la vez una invitación (porque ofrece perdón gratuito).

    La cruz revela la gracia: No se trata de lo que el hombre pueda hacer para alcanzar a Dios, sino de lo que Dios ya hizo en Cristo para alcanzar al hombre.

    La cruz llama a la fe: Juan mismo escribe su evangelio “para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20:31).

    La cruz de Jesús es el punto de convergencia de toda la Escritura: anunciada en el Antiguo Testamento, realizada en los Evangelios, proclamada en los Hechos y las Epístolas, y celebrada en Apocalipsis.

    Frente a ella no cabe neutralidad: o se la rechaza como insensatez, o se la recibe como poder de Dios para salvación. Para los creyentes, la cruz es identidad, misión y esperanza; para los incrédulos, es la más urgente invitación a reconciliarse con el Creador.

    En palabras sencillas pero cargadas de profundidad: en la cruz de Cristo encontramos la gravedad de nuestro pecado y la grandeza del amor de Dios. Allí, en ese madero, se escribió la historia de la redención que sigue transformando vidas hoy.

    Estas dispuesto a venir rendido ante la persona amante (Jesús) que murió y llevó la cruz que te correspondía a ti? Puedes hacerlo hoy!

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domingo, 5 de octubre de 2025

Que significa, tomar nuestra propia cruz. txt, mp4, no. 120.

    El mandato de Jesús de tomar la cruz no es un simple símbolo religioso ni una metáfora poética: es la esencia del discipulado cristiano. Los evangelios nos presentan esta expresión en distintos contextos, iluminando su significado profundo y radical. A continuación, reflexionamos sobre lo que implica “tomar la cruz” a la luz de las sagradas Escrituras.

  •  Tomar la cruz es: Un reflejo de dignidad.

Mateo 10:38 – “y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.”

    Aquí Jesús establece que el discipulado no es opcional en sus demandas. Tomar la cruz es un acto que identifica al creyente con Él. No se trata de una dignidad humana, sino de la dignidad de ser contado entre aquellos que caminan con Cristo, aún a costa del rechazo o la pérdida.

  •  Tomar la cruz es: Un estado de negación personal.

Mateo 16:24 – “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.”

    Tomar la cruz requiere decir “no” al yo, a los intereses egocéntricos que compiten con la voluntad de Dios. La negación personal no es un ascetismo (austeridad) vacío, sino una reorientación radical hacia el propósito de Cristo.

  •  Tomar la cruz es: Un llamado universal.

Marcos 8:34; Luc 9:23 – “Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.”

    Este llamado no es exclusivo para un grupo selecto de líderes espirituales. Jesús extiende la invitación a toda la multitud. La cruz, por tanto, no es una opción para los “más consagrados”, sino la señal de todo aquel que decide seguir al Maestro.

  •  Tomar la cruz es: Una acción cotidiana y continua.

Lucas 9:23 – “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame..”

    La vida cristiana no se reduce a un momento decisivo en el pasado. Jesús nos invita a una perseverancia diaria. Tomar la cruz “cada día” significa vivir en una constante entrega: renovar el sí al llamado de Cristo con cada amanecer.

  •  Tomar la cruz es: Una credencial necesaria de identificación como discípulo.

Lucas 14:27 – “Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.”

    No se trata de un añadido opcional a la fe, sino de una condición "sine qua non" del discipulado. La cruz es el sello que identifica a los discípulos genuinos, el vínculo que nos une a Aquel que entregó su vida.

    Tomar la cruz es más que un símbolo; es una realidad transformadora. Es dignidad porque nos identifica con Cristo; es negación porque nos libera del ego; es universal porque todos somos llamados; es cotidiana porque nos recuerda perseverar; y es condición porque define nuestra identidad como discípulos.

    Finalmente, al mirar a Jesús cargando su cruz, comprendemos que nuestro llamado no se fundamenta en un esfuerzo humano, sino en la gracia de Aquel que primero caminó hacia el Gólgota para abrirnos el camino llevando la cruz que era nuestra.

    Te hago esta pregunta: ¿Estas llevando tu cruz como lo ordenó nuestro divino maestro?

Te invito a ver este video relacionado.

Llevando mi propia cruz, 05/10/25 ICE La Orotava, Tenerife, España.

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