John Newton (24 de julio de 1725 - 21 de diciembre de 1807) fue un autor inglés de himnos conocido sobre todo por el himno
más conocido para la tradición angloparlante cristiana:
"Amazing Grace" ("Sublime Gracia"). El autor de “Sublime Gracia” sabía de qué
escribía. Solo la gracia divina lo pudo cambiar de un hombre duro y degenerado
a un siervo útil de Dios. Nacido en Inglaterra, perdió a su madre piadosa
cuando era niño y lamentablemente no siguió su ejemplo de fe. Comenzó una vida
de marinero a los once años, y con el tiempo, se dedicó a transportar esclavos
del África.
La primera parte de su vida, Newton fue comerciante de esclavos, actividad en la que se destacó por su crueldad y abyección, conductas de las que se arrepintió para convertirse en pastor protestante (llegó a clérigo anglicano) y escribir ése y muchos otros himnos. Amazing Grace es su obra más conocida, cantada por iglesias protestantes tales como la presbiteriana, la metodista y la bautista. Posteriormente este himno fue adoptado por la iglesia católica, eso sí, variando y desviando la letra original. A pesar de su pasado como negrero, fue un destacado abolicionista que luchó para erradicar de Inglaterra el comercio de esclavos.
Cayó en una situación desesperante debido a los
vicios, y en varias ocasiones Dios le libró milagrosamente de peligros en sus
travesías por alta mar.
A pesar de ello, Newton seguía resistiendo el
llamado del Señor. Por fin, después de casi naufragar en una tempestad, se
convirtió y su vida cambió radicalmente.
Llegó a ser pastor, y escribió “Sublime Gracia”
como testimonio de la infinita bondad de Dios demostrada a lo largo de su vida.
Algo que también debemos resaltar de la vida de
John Newton es que antes el era ateo y libertino, pero gracias a la
rica misericordia de nuestro Señor Jesucristo fue preservado, restaurado
y perdonado.
Inclusive, en la inscripción de su lapida figura
la frase: “fui designado para predicar la fe que durante mucho tiempo me
había afanado en destruir”.
Sublime
gracia del Señor,
Que un infeliz, salvó.
Fui ciego mas hoy miro yo,
Perdido y Él me halló.
Su gracia me enseñó a temer,
Mis dudas ahuyentó.
¡Oh, cuán precioso fue a mi ser,
Al dar mi corazón!
En los peligros o aflicción
Que yo he tenido aquí,
Su gracia siempre me libró,
y me guiará feliz.
Y cuando en Sion por siglos mil
Brillando esté cual sol,
Yo cantaré por siempre allí
Su amor que me salvó.
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Muy interesante y de provecho a nivel devocional, gracias Sergio! Pablo Rodríguez
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