martes, 5 de agosto de 2025

El contacto divino: Jesús toca el féretro del hijo de una viuda (2)– Lucas 7:11–15. txt no. 108.

   

    En una época de barreras culturales, religiosas y físicas, el acto de tocar a alguien podía ser transgresor, incluso escandaloso. Y sin embargo, en los Evangelios, Jesús lo hace repetidamente. La frase “le tocó”, “tocándole”, o similares aparece en momentos claves durante su ministerio, y en cada caso, ese contacto físico se convierte en una manifestación del Reino de Dios: sanador, restaurador, liberador.

    Para una generación que lucha con el aislamiento, el miedo al contagio y la desconexión relacional, estas escenas no son solo históricas: son espiritualmente contemporáneas. ¿Qué significó que Jesús tocara a un leproso, a una niña muerta o a los ojos de un ciego? ¿Y qué implica eso para nosotros hoy? Veamos a continuación cuando Dios extiende su mano:

    Jesús toca el féretro del hijo de la viuda de Naín – Lucas 7:11–16

> “Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate.” (Lucas 7:14)

    Este es uno de los milagros más conmovedores de Jesús. Una viuda —una figura profundamente vulnerable en la sociedad del primer siglo— ha perdido a su único hijo. Jesús no es llamado, ni se le ruega. Él ve, se compadece… y actúa.

      En el judaísmo, la muerte era no solo el fin de la vida, sino también una separación de la bendición de Dios. El acto de tocar el féretro (gr. σορός, soros) implica un gesto intencional y público. No era necesario para el milagro, pero fue esencial para la viuda. Jesús no solo resucita al joven; honra a la madre, restaura una familia y afirma que en Él, el luto se transforma en alabanza.

    Al tocar el féretro, Jesús nuevamente transgrede las normas levíticas sobre la impureza ritual (Números 19:11, 16). Pero como en otras ocasiones, el contacto no lo mancha a Él; su santidad vence la muerte. Al tocar el lecho mortuorio, Jesús detiene la procesión fúnebre y con ella el peso de la desesperanza.

    Jesús se acerca a nuestros momentos más oscuros sin esperar una invitación formal. Incluso cuando no sabemos cómo orar, Él ve nuestras lágrimas. Su compasión no es pasiva: se expresa con acciones concretas. Como discípulos, debemos aprender no solo a “ver” el dolor, sino a “tocar” el sufrimiento con el amor restaurador de Cristo.

    Quizá sientas que la muerte —literal o emocional— ha marcado tu vida. Pero en Cristo hay esperanza incluso cuando la procesión parece definitiva. El Evangelio declara que Jesús no se aparta del dolor humano, sino que entra en él con poder y ternura. Su toque puede detener tu caminar hacia la desesperanza.

    El toque de Jesús no es solo poder. Es presencia. Como señala el eminente escritor Jhon Lennox en sus escritos, <el cristianismo es único en su afirmación de un Dios que entra en el mundo físico. No se limita a “enviar energía” desde el cielo. Él se involucra corporalmente>. La encarnación no es solo un dogma: es una declaración radical de que Dios se compromete con nuestra materia, nuestra miseria, nuestra humanidad. En cada toque, Jesús reitera que no vino a evitar nuestra suciedad, sino a redimirla.

    Y tu, te dejarás transformar por ese toque poderoso y cercano por parte del Señor Jesucristo? Déjalo actuar en tu vida y verás el cambio transformador que operará para tu bien y el de los que te rodean.

Esta sección tiene como meta, presentar información oportuna, interesante y hasta curiosa para el
 conocimiento sobre Dios y tu futuro eterno. 

                      

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