SIMÓN: La forma posterior del nombre veterotestamentario
de Simeón (véase Hch. 15.14, donde Jacobo utiliza la forma más antigua; también 2 Pe. 1.1.
En la palabra de Dios existen varios personajes con ese nombre:
1. El
discípulo y apóstol principal de Jesús, que era hijo de Jonás (o Juan) y
hermano de Andrés. Jesús le confirió el nombre de *Pedro.
2. El
“cananita” (Mt. 10.4; Mr. 3.18). “Cananita” aquí no puede significar habitante
de Canaán, ni tampoco residente de Caná. Más bien debe interpretarse como
*cananeo (°vha°vha Versión hispanoamericana (NT)), adherente del partido
llamado de los *zelotes como lo denomina Lucas (Lc. 6.15; Hch. 1.13). No hay
acuerdo sobre si Simón era zelote en el sentido político o en el religioso.
3. Uno de
los hermanos de nuestro Señor (Mt. 13.55; Mr. 6.3).
4. Un leproso de Betania,
en cuya casa la cabeza de Jesús fue ungida con aceite (Mt. 26.6; Mr. 14.3),
probablemente pariente de *Marta, *María, y Lázaro (véase J. N. Sanders, “Those
whom Jesus loved”, NTSNTS New Testament Studies 1, 1954–5, pp.pp. página(s)
29–41).
5. Un hombre de Cirene que fue obligado a llevar la cruz de Cristo (Mr.
15.21), posiblemente el Sim(e)ón de Hch. 13.1 (* Rufus).
6. Un fariseo en cuya
casa los pies de Jesús fueron lavados con lágrimas y luego ungidos (Lc. 7.40).
Algunos estudiosos equiparan a este Simón con el mencionado anteriormente en 4,
entendiendo a los dos relatos como dobletes; no obstante, se observan detalles
muy disímiles en ambos relatos (* María).
7. Simón Iscariote, padre de *Judas
Iscariote (Jn. 6.71; 12.4; 13.2).
8. *Simón el mago.
9. Un curtidor que vivía en Jope, en cuya casa se hospedó Pedro (Hch. 9.43).
Si alguien estaba dispuesto a ser el primero de la fila a la hora de cooperar en el servicio para el Señor ese era Pedro, es el único discípulo que se lleva el honor de haber caminado sobre el mar, a petición propia (Mat 14:28), aunque luego se hundiera por haber desviado la mirada de donde no debió quitarla, del sustentador de todas las cosas, el Señor mismo. Es el único que se atrevió a reprender al Señor, delante de sus condiscípulos para que no muriera en la cruz (Mat 16:22). Y su impulsividad le llevó a confiar en sí mismo para terminar negando a aquel a quien el mismo había decidido seguir tiempo atrás (Mat 26:33). Tal vez fue esa misma impulsividad que de los tres que llegan al sepulcro el domingo de la resurrección del Señor, es el único que entra a la tumba sin más preámbulos.
8. *Simón el mago.
9. Un curtidor que vivía en Jope, en cuya casa se hospedó Pedro (Hch. 9.43).
Si alguien estaba dispuesto a ser el primero de la fila a la hora de cooperar en el servicio para el Señor ese era Pedro, es el único discípulo que se lleva el honor de haber caminado sobre el mar, a petición propia (Mat 14:28), aunque luego se hundiera por haber desviado la mirada de donde no debió quitarla, del sustentador de todas las cosas, el Señor mismo. Es el único que se atrevió a reprender al Señor, delante de sus condiscípulos para que no muriera en la cruz (Mat 16:22). Y su impulsividad le llevó a confiar en sí mismo para terminar negando a aquel a quien el mismo había decidido seguir tiempo atrás (Mat 26:33). Tal vez fue esa misma impulsividad que de los tres que llegan al sepulcro el domingo de la resurrección del Señor, es el único que entra a la tumba sin más preámbulos.
El primer misionero local:
ANDRÉS: Uno de los
doce apóstoles. Es un nombre griego (que significa “varonil”), pero puede haber
sido su “nombre cristiano”, como “Pedro”. Era hijo de Jonás o Juan y era
oriundo de Betsaida, en Galilea (Jn. 1.44), pero posteriormente se fue a vivir
con su hermano Simón Pedro en Capernaum (Mr. 1.29), donde trabajaban en
sociedad como pescadores (Mt. 4.18). Como discípulo de Juan el Bautista (Jn.
1.35–40) estuvo presente cuando Juan señaló a Jesús como el Cordero de Dios.
Luego encontró a Simón y lo llevó a ver a Jesús (Jn. 1.42). Posteriormente fue
llamado al discipulado completo (Mt. 4.18–20; Mr. 1.16–18) y fue uno de los
apóstoles (Mt. 10.2; Mr. 3.18; Lc. 6.14). Su fe práctica se evidencia en Jn.
6.8–9; 12.21–22. Fue uno de los que preguntaron acerca del juicio que
sobrevendría a Jerusalén (Mr. 13.3–4). Se lo menciona por última vez entre los
apóstoles que se encontraban juntos después de la ascensión (Hch. 1.13).
Es probable
que haya sido crucificado en Acaya. Los evangelios sinópticos se refieren poco
a él, pero en Juan aparece como el primer misionero local (1.42) y el primer
misionero extranjero (12.21–22). En cuanto a lo primero, William Temple
escribió así: “Quizá sea uno de los mayores servicios que haya podido hacer
hombre alguno a la Iglesia” (Readings in St John’s Gospel, pp.pp.29).
Al que Jesús amaba:
JUAN EL APÓSTOL: Nuestra información sobre el apóstol Juan proviene de dos fuentes: el Nuevo Testamento y la patrística.
Al que Jesús amaba:
JUAN EL APÓSTOL: Nuestra información sobre el apóstol Juan proviene de dos fuentes: el Nuevo Testamento y la patrística.
I.
Referencias en el Nuevo Testamento
a. En los evangelios
Juan era
hijo de Zebedeo, probablemente el menor, porque excepto en Lucas y Hechos, se
lo menciona después de su hermano Jacobo. Lucas da el orden Pedro, Juan, y
Jacobo probablemente debido a que en la época de la iglesia primitiva Juan
estaba íntimamente asociado con Pedro (Lc. 8.51; 9.28; Hch. 1.13). De Mr. 16.1
y Mt. 27.56 se infiere que el nombre de su madre era Salomé, porque Marcos
designa con dicho nombre a la tercera mujer que, según se indica, acompañó a
las dos Marías a la tumba, mientras que Mateo dice que era “la madre de los
hijos de Zebedeo”. Generalmente se considera que Salomé era hermana de María,
la madre de Jesús, debido a que en Jn. 19.25 se dice que cuatro mujeres
estuvieron cerca de la cruz: las dos Marías mencionadas por Marcos y Mateo, la
madre de Jesús, y la hermana de su madre. Si esta identificación es correcta,
Juan era primo de Jesús por el lado de su madre. Sus padres pueden haber sido
de buena posición porque su padre, que era pescador, “tenía jornaleros” (Mr.
1.20); y Salomé es una de las mujeres que “servían a Jesús de sus bienes” (Lc.
8.3; Mr. 15.40). A menudo se ha identificado a Juan con el discípulo de Juan el
Bautista que no se nombra, quien con Andrés fue enviado por Juan a Jesús como
el Cordero de Dios (Jn. 1.35–37); y si leemos proµtos en Jn. 1.41, es posible
que Andrés haya sido el primero de estos dos discípulos que llevó a su hermano
Simón a Jesús, y que el discípulo no mencionado (Juan) posteriormente llevó a
su propio hermano Jacobo. Sobre esto no hay seguridad, sin embargo, ya que hay
variantes textuales (véase Tyndale New Testament Commentary (en
castellano Comentarios Didaqué, de los que han aparecido ya varios tomos)).
Después de haber sido llamados por Jesús para abandonar a su padre y la pesca
(Mr. 1.19–20), Jacobo y Juan fueron apodados por él Boaneµrges, “hijos del
trueno” (Mr. 3.17), probablemente porque eran galileos impetuosos y vivaces, de
celo indisciplinado y a veces mal orientado (Lc. 9.49). Este aspecto de su
carácter se demuestra en su reacción contra una aldea samaritana que había
rehusado recibir a su Maestro (Lc. 9.54). Además, podemos ver que su ambición
personal no había sido atemperada por una verdadera visión de la naturaleza del
reino de Cristo, y este dejo de egoísmo, junto con su disposición para sufrir
por Jesús, sin importarles lo que pudiera ocurrirles a ellos mismos, queda
ilustrado por su pedido al Señor (estimulado por su madre [Mt. 20.20]) de que
se les permitiera ocupar lugares de especial privilegio cuando Jesús entrara en
su reino (Mr. 10.37).
En tres
ocasiones de importancia, en las primeras etapas del ministerio de Jesús, Juan
aparece en compañía de su hermano Jacobo y Simón Pedro, con exclusión de los
otros apóstoles: en la resurrección de la hija de Jairo (Mr. 5.37), en la
transfiguración (Mr. 9.2), y en el huerto de Getsemaní (Mr. 14.33); y, según
Lucas, Pedro y Juan fueron los dos discípulos enviados por Jesús para preparar
la cena final de la pascua (Lc. 22.8).
Juan no se
menciona por nombre en el cuarto evangelio (aunque los hijos de Zebedeo figuran
en 21.2), pero casi no cabe duda de que él es el discípulo “al cual Jesús
amaba”, que se reclinó sobre su pecho en la última cena (13.23); a quien Jesús
encargó el cuidado de su madre en el momento de su muerte (19.26–27); el que
corrió, junto con Pedro, a la tumba en la primera mañana de pascua, y el que
primero comprendió todo el significado de los lienzos vacíos y colocados en
orden (20.2, 8); y el que estuvo presente cuando el Cristo resucitado se reveló
a siete de sus discípulos a orillas del mar de Galilea. La narración del último
incidente en el cap(s).cap(s). capítulo(s) 21, apoya la tradición posterior de
que Juan vivió hasta una edad muy avanzada (21.23). La indicación de Jn. 21.24
con respecto a que el apóstol haya sido el autor del evangelio que se conoce
por su nombre puede interpretarse de diferentes maneras (véase Tyndale
New Testament Commentary (en castellano Comentarios Didaqué, de los que han
aparecido ya varios tomos)).
b. En Hechos
Según los
primeros relatos del libro de Hechos, Juan, junto con Pedro, con quien
permaneció íntimamente relacionado, tuvo que soportar el peso principal de la
hostilidad de los judíos contra la iglesia cristiana primitiva (Hch. 4.13;
5.33, 40). Ambos mostraron tal audacia en palabras y hechos que asombraron a
las autoridades judías, que los consideraban “hombres sin letras y del vulgo”
(Hch. 4.13). Parecería que Juan, durante algunos años, continuó desempeñando un
papel principal en la iglesia de Jerusalén. En nombre de los otros apóstoles,
él y Pedro impusieron sus manos a los samaritanos que se habían convertido
merced al ministerio de Felipe (Hch. 8.14), y pudo ser descrito como verdadera
“columna” de la iglesia de Jerusalén en la época en que Pablo visitó la ciudad,
alrededor de 14 años después de su conversión (Gá. 2.9). No sabemos cuándo
abandonó Juan la ciudad de Jerusalén, ni a dónde fue después de su partida. Si
suponemos que él es el que tuvo la visión descrita en el libro de Apocalipsis,
presumiblemente se encontraba en Éfeso cuando fue desterrado a Patmos “por
causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo” (Ap. 1.9), aunque la
fecha de su exilio es insegura. No hay otra mención de Juan en el Nuevo
Testamento, aunque algunos eruditos creen que se refiere a sí mismo bajo el
título de “el anciano” en 2 Jn. 1; 3 Jn. 1.
II. Menciones patrísticas
Hay ciertos
indicios posteriores, aunque probablemente poco dignos de crédito, de que el
apóstol Juan murió como mártir a principios de su carrera, quizás en la época
en que su hermano Jacobo fue muerto por Herodes (Hch. 12.2). Un cronista del siglo(s) IX, Jorge Hamartolos, reproduce, como ahora se puede comprobar,
una afirmación que aparece en la historia de Felipe de Side, aproximadamente, alrededor de 450), un fragmento pertinente de la cual
fue descubierto por de Boor en 1889, en el sentido de que Papías, obispo de
Hierápolis a mediados del siglo(s) II, en el segundo libro de sus
Exposiciones afirma que ambos hijos de Zebedeo murieron violentamente en
cumplimiento de la predicción del Señor (Mr. 10.39). Aunque algunos entendidos
aceptan este testimonio como genuino, la mayor parte considera a Felipe de Side
como un testigo no confiable de Papías, y les impresiona la ausencia en Eusebio
de toda referencia a un temprano martirio de Juan, como así también que el
libro de Hechos no lo mencione, si en realidad ambos hijos de Zebedeo sufrieron
en la misma forma y aproximadamente en la misma época. Es verdad que parecería
apoyar la declaración de Felipe de Side una martirología sirio,
siriaco escrita alrededor del 400 d.C., en la que la
anotación correspondiente al 27 de dic. dice, “Juan y Jacobo, los apóstoles de
Jerusalén”, como así también un calendario de la iglesia de Cartago de fecha
505 después de Cristo, en el que lo anotado para la misma fecha dice
“Juan el Bautista y Jacobo el apóstol al cual mató Herodes”, porque los que
aceptan esta prueba hacen notar que, como en dicho calendario se conmemora al
Bautista el 24 de junio, la probabilidad es que la anotación para el 27 de dic.
haya sido un error por “Juan, el apóstol”. Es muy dudoso, no obstante, que la
martirología siriaco preservase una tradición antigua
independientemente de la iglesia de habla gr; tampoco se desprende
que, como ambos hermanos se conmemoran el mismo día, esto signifique que hayan
muerto como mártires el mismo día también. Tampoco la referencia a los hijos de
Zebedeo en cuanto a “beber del vaso” y “ser bautizados con el bautismo de
Cristo” significa necesariamente que ambos estaban destinados a morir
violentamente.
Contra
PelagContra Pelag Jerónimo, Contra Pelagium esta tradición parcial y débilmente
apoyada debemos colocar la tradición más contundente que se refleja en la
declaración de Polícrates, obispo de Éfeso (190 d.C.), de
que Juan, “que se reclinó sobre el pecho del Señor”, después de haber sido
“testigo y maestro” (nótese el orden de las palabras) “se durmió en Éfeso”.
Sepín Ireneo, fue en Éfeso que Juan “entregaba” el evangelio, y refutaba a los
herejes; allí rehusó ampararse bajo el mismo techo que Cerinto, “el enemigo de
la verdad”, y en Éfeso se quedó “hasta los días de Trajano”, que reinó en
98–117 d.C. Jerónimo también repite la tradición de que
Juan permaneció en Éfeso hasta una edad muy avanzada, y menciona que cuando
había que llevar alzado a Juan a las reuniones cristianas, repetía
constantemente: “Hijitos míos, amaos los unos a los otros.” El único indicio
que podría contrastar con esta tradición, que ubica la residencia del apóstol
Juan en Éfeso, es negativa en carácter. Se dice que si, como afirman los
escritores de fines del siglo(s) II, Juan residió mucho tiempo en Éfeso
y tuvo considerable influencia, sería extraño encontrar una total ausencia de
referencias al apóstol en la literatura cristiana de la época producida en Asia
durante la primera parte del siglo, particularmente en las cartas de Ignacio y
la epístola de Policarpo. Pero aun si resulta significativa la ausencia de
alusiones a Juan en estos documentos, simplemente puede ser indicación de que
“hubo una diferencia entre su reputación a principios y a fines del siglo”
(como opina V. H. Stanton, The Gospels as Historical Documents, 1, página(s) 236). De cualquier manera, la objeción parecería insuficiente para
derribar la tradición que posteriormente se afincó con tanta firmeza. Westcott
concluye que “nada está mejor probado en la historia de la iglesia primitiva
que la residencia y la obra de san Juan en Éfeso”. Es verdad que Westcott
escribió antes de que se hubiesen acumulado las pruebas relativas a un
prematuro martirio de Juan, pero como hemos visto, las pruebas no son lo
suficientemente adecuadas o confiables para refutar las claras afirmaciones del
hombre que ocupó la sede de Éfeso a fines del siglo, y del que en el mismo
período se dedicó primeramente a investigar las tradiciones de las sedes
apostólicas.
(* Juan,
Evangelio de; * Apocalipsis, Libro de).
Bibliografía.
A. T. Robertson, Épocas en la vida del apóstol Juan, 1938; J. C. Reid, Nosotros
escribimos los evangelios, 1963; J. E. Menard, “Juan el evangelista”,
°EBDM°EBDM Enciclopedia de la Biblia (en 6 t(t).), dirigida por A. Díez-Macho y
S. Bartina, 1965, t(t).t(t). tomo(s) IV, cols. 672–679.
S. S.
Smalley, John: Evangelist and Interpreter, 1978; F. F. Bruce, “St John at Ephesus”,
BJRLBJRL Bulletin of the Israel Exploration Society 60, 1977–8, pp.pp.
página(s) 339–361. Véanse, además, los comentarios enumerados bajo * Juan,
Evangelio de.
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