En una época de barreras culturales, religiosas y físicas, el acto de tocar a alguien podía ser transgresor, incluso escandaloso. Y sin embargo, en los Evangelios, Jesús lo hace repetidamente. La frase “le tocó”, “tocándole”, o similares aparece en momentos claves durante su ministerio, y en cada caso, ese contacto físico se convierte en una manifestación del Reino de Dios: sanador, restaurador, liberador.
Para una generación que lucha con el aislamiento, el miedo al contagio y la desconexión relacional, estas escenas no son solo históricas: son espiritualmente contemporáneas. ¿Qué significó que Jesús tocara a un leproso, a una niña muerta o a los ojos de un ciego? ¿Y qué implica eso para nosotros hoy? Veamos a continuación cuando Dios extiende su mano:
Jesús toca el féretro del hijo de la viuda de Naín – Lucas 7:11–16
> “Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate.” (Lucas 7:14)
Este es uno de los milagros más conmovedores de Jesús. Una viuda —una figura profundamente vulnerable en la sociedad del primer siglo— ha perdido a su único hijo. Jesús no es llamado, ni se le ruega. Él ve, se compadece… y actúa.
En el judaísmo, la muerte era no solo el fin de la vida, sino también una separación de la bendición de Dios. El acto de tocar el féretro (gr. σορός, soros) implica un gesto intencional y público. No era necesario para el milagro, pero fue esencial para la viuda. Jesús no solo resucita al joven; honra a la madre, restaura una familia y afirma que en Él, el luto se transforma en alabanza.
Al tocar el féretro, Jesús nuevamente transgrede las normas levíticas sobre la impureza ritual (Números 19:11, 16). Pero como en otras ocasiones, el contacto no lo mancha a Él; su santidad vence la muerte. Al tocar el lecho mortuorio, Jesús detiene la procesión fúnebre y con ella el peso de la desesperanza.
Jesús se acerca a nuestros momentos más oscuros sin esperar una invitación formal. Incluso cuando no sabemos cómo orar, Él ve nuestras lágrimas. Su compasión no es pasiva: se expresa con acciones concretas. Como discípulos, debemos aprender no solo a “ver” el dolor, sino a “tocar” el sufrimiento con el amor restaurador de Cristo.
Quizá sientas que la muerte —literal o emocional— ha marcado tu vida. Pero en Cristo hay esperanza incluso cuando la procesión parece definitiva. El Evangelio declara que Jesús no se aparta del dolor humano, sino que entra en él con poder y ternura. Su toque puede detener tu caminar hacia la desesperanza.
El toque de Jesús no es solo poder. Es presencia. Como señala el eminente escritor Jhon Lennox en sus escritos, <el cristianismo es único en su afirmación de un Dios que entra en el mundo físico. No se limita a “enviar energía” desde el cielo. Él se involucra corporalmente>. La encarnación no es solo un dogma: es una declaración radical de que Dios se compromete con nuestra materia, nuestra miseria, nuestra humanidad. En cada toque, Jesús reitera que no vino a evitar nuestra suciedad, sino a redimirla.
Y tu, te dejarás transformar por ese toque poderoso y cercano por parte del Señor Jesucristo? Déjalo actuar en tu vida y verás el cambio transformador que operará para tu bien y el de los que te rodean.
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conocimiento sobre Dios y tu futuro eterno.
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“A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte.”
— Filipenses 3:10 (RVR1960)
Muchos cristianos anhelan una fe poderosa, pero pocos desean transitar el camino que conduce a esa profundidad. En Filipenses 3:10, el apóstol Pablo abre su corazón, revelando su mayor anhelo: conocer a Cristo plenamente. Esta declaración, escrita desde una prisión, desafía nuestras nociones de éxito espiritual y nos invita a una comunión radical con Jesús.
Pablo escribe esta carta a los filipenses desde la cárcel, probablemente en Roma, alrededor del año 60-62 d.C. Filipos era una colonia romana con una iglesia leal, pero enfrentaba presiones externas e influencias judaizantes. En el capítulo 3, Pablo contrasta su antigua vida como fariseo, llena de credenciales religiosas, con la ganancia incomparable de conocer a Cristo (Filipenses 3:4-8).
El versículo 10 forma parte de esa confesión íntima, donde Pablo afirma que todo lo ha estimado como pérdida por el valor supremo de esa relación.
La expresión: “A fin de conocerle” encierra el verbo griego ginosko implica un conocimiento relacional, no solo intelectual. Pablo no busca saber sobre Cristo, sino vivirlo, experimentarlo (cf. Jeremías 9:23-24;Juan 17:3).
"Es importante que nos fijemos en el verbo que usa Pablo aquí para "conocer". Es parte del verbo guinóskein (gr.), que casi siempre se refiere a un conocimiento personal. No es meramente un conocimiento intelectual, el conocimiento de ciertos hechos o principios. Es tener una experiencia personal de otra persona. Podemos ver la profundidad de esta palabra por su uso en el Antiguo Testamento. En él se usa conocer para expresar la relación más íntima entre marido y mujer. «Adán conoció a Eva su mujer; y ella concibió y dio a luz a Caín» (Gen_4:1 ). El verbo hebreo yada se traduce en griego por guinóskein (gr.). Este verbo indica el conocimiento más íntimo de otra persona".
“Y el poder de su resurrección”: No se refiere solo al evento histórico, sino al poder actual del Cristo resucitado obrando en el creyente (Romanos 8:11; Efesios 1:19-20). Es poder para vencer el pecado, vivir en santidad y perseverar en la fe.
“Y la participación de sus padecimientos”:Pablo no idealiza el sufrimiento, pero lo ve como una vía de comunión con Cristo. Koinonía en los padecimientos es compartir la vida del Salvador crucificado, siendo moldeados por la cruz (2 Corintios 4:10-11).
“Llegando a ser semejante a él en su muerte”:Esta es una entrega radical: morir al ego, al orgullo, a toda justicia propia. Es una transformación progresiva hacia la imagen del Cristo crucificado (Gálatas 2:20; Romanos 6:5-6).
En tiempos donde el evangelio se presenta a menudo como solución rápida o promesa de éxito, Filipenses 3:10 nos llama a una fe profunda y sacrificial. Conocer a Cristo no es solo recibir bendiciones, sino participar de su vida en plenitud: poder, sufrimiento, muerte, resurrección... y gloria.
Este versículo nos invita a:
Anhelar intimidad real con Cristo.
Buscar poder espiritual para vivir en victoria.
Aceptar el sufrimiento como medio de formación.
Abrazar una vida cruciforme, rendida a Dios.
Filipenses 3:10 no es una oración cómoda, pero sí muy gloriosa. Pablo nos recuerda que la meta del cristiano no es una vida fácil, sino una unión transformadora con Cristo. Conocerlo en todo —resurrección y cruz— es el camino a la verdadera vida. Disfrutas de esa vida plena y gloriosa?
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La Iglesia: Un Llamado a estar juntos. A Congregarnos.
Desde el momento en que Cristo ascendió a los cielos, la Iglesia quedó comisionada para ser su cuerpo visible en la tierra, animada por el poder del Espíritu Santo y guiada por la Palabra. En una era donde el individualismo espiritual crece y se relativiza la necesidad de la congregación, urge redescubrir la enseñanza bíblica sobre el valor, propósito y necesidad de congregarnos como Iglesia, tal como se modela en el Nuevo Testamento. Examinaremos el desarrollo y mandato de la vida congregacional a la luz de la ascensión de Cristo, el libro de Hechos y las cartas paulinas.
El Señor se despide de sus discípulos al cielo y ¿Qué fue lo primero que ellos hicieron a continuación? No decayeron en su ánimo al verse sin la compañía de su maestro, sino todo lo contrario. Un gozo se apoderó de ellos (Luc 24:52), demostrando una actitud de unión y compañía mutua. Los once discípulos junto con las mujeres que acompañaron al Señor en su ministerio público y María la madre de Jesús en la compañía de sus hijos (hermanos del Señor en la carne); "Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego" (Hch 1:14). Reunidos todos en un lugar especifico donde moraban (Hch 1:13a). ¿No les es familiar estas características a la iglesia que vendría después?
Esta actitud marca el camino que debían tomar los futuros seguidores del divino Maestro: Unidad, Constancia y Proclamación del mensaje recibido, acciones estas reflejadas en las citas bíblicas arriba mencionadas.
2. El Modelo Congregacional de Hechos.
Después de la ascensión, en Pentecostés, el Espíritu Santo desciende sobre los 120 discípulos reunidos (Hechos 2:1). Este momento marca el nacimiento formal de la Iglesia. > “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.” (Hechos 2:42). Notemos aquí dos palabras claves: “Perseveraban”: del griego proskarteréō (προσκαρτερέω) – indica una devoción continua, persistente. La Iglesia no era un grupo esporádico sino un cuerpo constante. Y “Comunión”: koinōnía (κοινωνία) – implica participación activa, compartir profundo, implicación en la vida del otro.
Los primeros cristianos perseveraban en: (Hechos 2:42; Hechos 8:4). Cinco características que no pueden faltar en una iglesia de hoy:
La doctrina de los apóstoles. > Una iglesia que aprende.
La comunión (koinonía, compañerismo profundo). > Una iglesia que practica la comunión.
El partimiento del pan (posiblemente la Cena del Señor). > Una iglesia que adora.
Las oraciones. > Una iglesia que ora.
La evangelización. > Una iglesia que evangeliza.
Esta vida comunitaria era central al ser cristiano. No se trataba solo de asistir, sino de formar parte del conjunto. El partimiento del pan (posiblemente una referencia a la Cena del Señor) era hecho en comunidad, como acto de unidad teológica y práctica. Cabe la pregunta: ¿Estoy participando activamente en estas áreas en mi iglesia local?
3. La Teología Paulina de la Iglesia como Cuerpo.
Pablo desarrolla profundamente la eclesiología como elemento esencial del caminar cristiano. En 1 Corintios 12:12–27, se refiere a la Iglesia como el “cuerpo de Cristo”. > “Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.” (1 Corintios 12:27). Se resaltan dos palabras claves: “Cuerpo”: sōma (σῶμα) – no es una metáfora decorativa; es una declaración clara. Ser parte de Cristo es estar injertado en una realidad colectiva. Y “Miembros”: melē (μέλη) – órganos funcionales, necesarios, interdependientes.
La implicación es contundente: no puede haber cristianismo bíblico sin vida eclesial. Separarse del cuerpo es tanto una anomalía espiritual como un acto de desobediencia bíblica práctica.
4. Exhortaciones Directas a Congregarse.
El autor de Hebreos, ofrece una exhortación clave: > “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” (Hebreos 10:25): “Congregarnos”: episynagōgḗ (ἐπισυναγωγὴ) – de donde viene “sinagoga”; significa reunión intencional y ordenada con propósito espiritual. El contexto (v.24) es el de estimularnos al amor y a las buenas obras. Estas se fortalecen solo en comunidad.
Congregarse es un Mandato, No una Sugerencia, La palabra “congregarnos” = episynagōgḗ (ἐπισυναγωγὴ) = significa, asamblea ordenada con propósito. Se refiere a reuniones regulares, no esporádicas.
¿Por qué congregarnos? Para exhortarnos unos a otros; Para estimularnos al amor y a las buenas obras; Porque el día del Señor se acerca. > Congregarse no es solo para “recibir”, sino también para dar, servir, amar, crecer, corregir y ser corregido. Te dejo un enlace para ampliar este punto: (Tres porqués debemos congregarnos). Haz clic sobre el título para abrir.
A la luz de esta evidencia: La vida cristiana auténtica implica pertenencia activa a una iglesia local. La congregación no es un añadido; es un mandamiento. No somos consumidores espirituales, sino miembros funcionales del cuerpo. La comunión fortalece, corrige, sostiene y equipa al creyente (Efesios 4:11–16). Vivir en aislamiento espiritual es desconocer el diseño de Dios para su Iglesia.
En la era digital, donde muchos optan por una fe "en línea", se debe discernir entre recursos útiles y reemplazos engañosos. La virtualidad puede complementar, pero jamás sustituir la congregación física, el partimiento del pan, la adoración colectiva, y la disciplina espiritual que brota de la vida en comunidad.
Desde el momento de la ascensión del Señor, la fe cristiana fue inseparable de la comunidad. El Espíritu Santo descendió sobre una iglesia reunida, no sobre creyentes aislados. Pablo refuerza la idea de que somos miembros del cuerpo, necesitándonos mutuamente, y Hebreos nos llama a no dejar de congregarnos, no por formalismo, sino por obediencia, edificación y esperanza escatológica.
Entonces, ¿puede un cristiano vivir su fe plenamente sin congregarse? Ya hemos visto que esta posibilidad no tiene cabida en la palabra de Dios. La respuesta es un rotundo NO!
Ya para concluir: Volvamos a Valorar a la Iglesia Local.
Cristo ama a su Iglesia (Efesios 5:25).
El Espíritu descendió sobre una iglesia congregada. (Hechos 2:1-4)
Pablo nos llama a ser miembros activos del cuerpo. (1 Corintios 12:27).
El escritor a los Hebreos nos manda a no dejar de congregarnos. (Hebreos 10:25).
En palabras que resonarían con la lógica clara de John Lennox: “Si dices amar a Cristo pero no amas su cuerpo – la Iglesia – entonces, ¿a quién amas realmente?”
3 porqués debemos asistir a la iglesia, 4 Ago. 2025 ICE la Orotava, Tenerife. ES.
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📖 ¿Es única la historia de la unción de Jesús por María en Juan 12:1-8? Excelente pregunta, y la respuesta es importante tanto para la exégesis como para evitar confusión entre pasajes parecidos. No es la única, pero sí es distinta de otras unciones registradas en los Evangelios. Hay cuatro relatos que hablan de una mujer que unge a Jesús, pero no todos narran el mismo evento. Aquí los desgloso para ti:
🧴 1. Juan 12:1-8 – María de Betania unge los pies de Jesús:
(haz clic sobre las citas bíblicas para leer el texto completo).
Lugar: Betania, en casa de Lázaro.
Tiempo: Seis días antes de la Pascua (muy cerca de la crucifixión).
Mujer: María, hermana de Marta y Lázaro.
Parte del cuerpo ungida: Los pies de Jesús.
Reacción: Judas critica el desperdicio del perfume.
Énfasis: Devoción personal, anticipación de su muerte.
Este relato es único de Juan, aunque hay paralelos en los sinópticos que comparten similitudes temáticas.
Reacción: Algunos discípulos (no solo Judas) critican el gasto.
Énfasis: Jesús interpreta el acto como preparación para su sepultura.
Este relato es muy parecido al de Juan 12, pero no idéntico. Podría ser una tradición distinta de un acto similar, o una variante del mismo evento desde otra perspectiva.
👉 Existen algunas diferencias notables, veamos cuales son:
En Juan, la mujer es María; en Mateo/Marcos, es anónima.
En Juan se ungen los pies, en Mateo/Marcos la cabeza.
En Juan es seis días antes de la Pascua; en Mateo/Marcos, dos días antes.
Muchos estudiosos creen que Juan relata el mismo evento que Mateo y Marcos, pero con más precisión sobre la mujer (María) y el gesto (los pies). Otros creen que son eventos similares pero distintos.
🧴 3. Lucas 7:36-50 – Mujer pecadora unge los pies de Jesús:
Lugar: Galilea, en casa de Simón el fariseo.
Tiempo: Mucho antes de la Pasión.
Mujer: Anónima, descrita como una "pecadora".
Parte del cuerpo ungida: Los pies de Jesús.
Reacción: El fariseo piensa mal de Jesús por dejarse tocar.
Énfasis: Perdón de pecados, amor como respuesta al perdón.
Este relato es claramente otro evento, no relacionado con Juan 12.
👉 Diferencias notables claves:
Diferente ciudad (Galilea, no Judea).
La motivación no es preparación para la sepultura, sino agradecimiento por el perdón.
Contexto hostil (fariseo incrédulo), no íntimo (amigos de Jesús).
Mt 26:6-13MateoBetaniaSimón el leprosoAnónimaCabezaSepultura
Mr 14:3-9MarcosBetaniaSimón el leprosoAnónimaCabezaSepultura
Lc 7:36-50LucasGalileaSimón el fariseoPecadoraPiesGratitud por perdón
✍️De lo anterior podemos concluir, Sí, hay varios relatos de mujeres que ungen a Jesús, pero el de Juan 12:1-8 es especial por: Identificar claramente a María de Betania. Enfatizar el amor personal y el acto profético de preparación para la muerte. Mostrar la profunda intimidad entre Jesús y sus amigos más cercanos justo antes de la cruz. Estos relatos nos enseñan que el corazón verdaderamente tocado por Jesús responde con adoración costosa, ya sea por gratitud (Lucas) o por revelación profética (Juan, Mateo, Marcos).
¿De todos estos relatos cual sería tu reacción o con cual te identificas?
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Para una generación que lucha con el aislamiento, el miedo al contagio y la desconexión relacional, estas escenas no son solo históricas: son espiritualmente contemporáneas. ¿Qué significó que Jesús tocara a un leproso, a una niña muerta o a los ojos de un ciego? ¿Y qué implica eso para nosotros hoy? Veamos a continuación cuando Dios extiende su mano:
Jesús toca al leproso – Mateo 8:3; Marcos 1:41; Lucas 5:13.
> “Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio.” (Mateo 8:3).
La palabra griega usada frecuentemente en estos pasajes es “ἥψατο” (hēpsato) — del verbo haptomai, que significa “tocar” o “asir”. No es un roce accidental, sino un acto intencional. El mismo Señor propició estos contactos deliberadamente. Al igual que en ese momento es Jesús quién quiere tener un contacto cercano y personal contigo, hoy si se lo permites.
El leproso era considerado impuro, intocable. Cualquiera que lo tocara quedaba también contaminado (Lev. 13:45-46). Pero Jesús, lejos de contaminarse, purifica. Este toque revierte el orden natural religioso: la santidad de Cristo vence la impureza. Nada de lo hayas hecho le impide querer relacionarse contigo.
Cristo no teme nuestra inmundicia moral, emocional o espiritual. Él se acerca a nuestras heridas más repulsivas con el único propósito de sanarlas. Durante su ministerio público Jesús comía y bebía con publicanos y pecadores, El solo busca almas que sientan su necesidad de sanidad.
El toque de Jesús no es solo poder. Es presencia. Como señala el eminente escritor Jhon Lennox en sus escritos, <el cristianismo es único en su afirmación de un Dios que entra en el mundo físico. No se limita a “enviar energía” desde el cielo. Él se involucra corporalmente>. La encarnación no es solo un dogma: es una declaración radical de que Dios se compromete con nuestra materia, nuestra miseria, nuestra humanidad. En cada toque, Jesús reitera que no vino a evitar nuestra suciedad, sino a redimirla.
¿Quieres tu ser sano de las heridas que tu vida alejada de Dios te ha dejado? Déjate tocar con su poder sanador hoy, y serás salvo(a) por toda la eternidad.
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¿Por qué congregarse importa realmente? En un mundo donde la espiritualidad es cada vez más individualizada, muchos creyentes sinceros se preguntan: ¿Es realmente necesario congregarse? ¿No puedo tener mi fe desde casa, orar solo, leer la Biblia a mi ritmo, y aún así estar bien con Dios?
La fe cristiana no se trata de una experiencia privada sin contenido ni comunidad. Se trata de la verdad revelada, razonada y vivida en cuerpo. Y la Escritura no guarda silencio al respecto.
Hoy exploraremos tres razones fundamentales para congregarnos, extraídas directamente de tres poderosos pasajes: Salmo 133:1–3, Salmo 84:10–11 y Hebreos 10:25–26. Razones que no solo son teológicas, sino existenciales y eternas.
1. Porque Dios derrama bendición donde hay comunión verdadera.
📖 Salmo 133:1–3 — “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!... Porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna.” Este Salmo es una joya poética con implicaciones teológicas profundas. La comunión fraternal no es simplemente agradable: es el lugar donde Dios ordena su bendición.
El salmista usa dos metáforas: El aceite sobre la cabeza de Aarón, símbolo de unción y consagración sacerdotal (Éxodo 29:7). El rocío de Hermón, fuente de frescura y vida para una tierra árida.
Ambos elementos apuntan a una verdad clave: la comunión no solo es agradable, es vital. Dios decide bendecir donde hay unidad. Al congregarnos, participamos de un espacio donde su favor fluye y su presencia se manifiesta (Mateo 18:20).
2. Porque Su presencia es mejor que cualquier privilegio terrenal.
📖 Salmo 84:10–11 — “Mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos Porque Sol y escudo es Jehová Dios; gracia y gloria dará Jehová.” Aquí el salmista declara con pasión: preferiría barrer en la casa de Dios antes que habitar en las mansiones de los impíos. ¿Por qué? Porque el valor de la presencia de Dios supera cualquier otro beneficio temporal.
Este no es un lenguaje retórico: es una evaluación del alma. Congregarse es entrar, simbólicamente, en los atrios de Dios. Y donde Él está, hay gracia, gloria, protección y provisión (v.11).
Negarse a congregarse es elegir el mundo en lugar del lugar donde mora Su gloria. Como dijo David: > “Una cosa he demandado a Jehová esta buscaré, estar en la casa de Jehová todos los días de mi vida” (Salmo 27:4)
3. Porque el peligro de apartarse es real y progresivo.
📖 Hebreos 10:24–26 — “No dejando de congregarnos... Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados.”
Este pasaje es contundente. Abandonar la congregación es parte de un patrón más peligroso: el pecado voluntario, que puede llevar al endurecimiento del corazón y al juicio (v.27).
El autor de Hebreos no está describiendo una simple ausencia dominical. Está advirtiendo contra un estilo de vida que se aleja de la comunidad de fe y, progresivamente, de la fe misma. Congregarnos no es un ritual. Es un ancla espiritual. Nos mantiene conectados, corregidos, exhortados y animados (v.24). Es parte del diseño de Dios para preservar nuestra fe hasta el día de Cristo (Filipenses 1:6).
Congregarnos es gracia, no carga. La iglesia no es un club social. Es el cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:27), el templo vivo de Dios (Efesios 2:22), y el lugar donde Su gloria se manifiesta en medio de vasos imperfectos redimidos por gracia.
Lo que NO es Congregarse:
No es opcional, es esencial (Hechos 2:42)
No es legalismo, es obediencia gozosa (Juan 14:23)
No es carga, es refugio, consuelo y entrenamiento para la eternidad. (Salmo 122:1, Proverbios 18:10, Isaías 4:6, Efesios 4:11-13).
> “Donde hay comunión hay bendición. Donde hay presencia hay vida. Donde hay perseverancia, hay esperanza.”
No te congregues por rutina, hazlo por revelación, su Palabra nos lo dice. Porque en Su casa, somos renovados. Y juntos, esperamos el día glorioso de Su regreso. AMÉN.
Ahora te dejo la pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que te reuniste con los Santos de Dios en su casa? Deja ya de perder bendiciones y corre! a la presencia divina en compañía de los hijos de Dios en la casa de Dios.
Uno de los aspectos más sublimes de la revelación bíblica es cómo Jesucristo es presentado a través de contrastes complementarios. En Él convergen realidades que parecen opuestas, pero que en su persona se armonizan sin contradicción. Es el Cordero inmolado y el León vencedor, el Sacerdote eterno y la Ofrenda perfecta, el Siervo sufriente y el Rey soberano, el Hijo obediente y el Señor exaltado. Estas imágenes, tomadas tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, revelan la plenitud de su persona y su misión redentora.
Este artículo busca guiarte por una lectura exegética que integre la teología bíblica con aplicaciones relevantes tanto para el creyente comprometido como para el incrédulo pensante.
1. Cordero y León. 📖A continuación te presento algunas referencias clave:
Éxodo 12:5–7 – El cordero pascual sin defecto.
Isaías 53:7 – “Como cordero fue llevado al matadero.”
Juan 1:29 – “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.”
Apocalipsis 5:5–6 – “El León de Judá… vi un Cordero como inmolado.”
Cristo, como Cordero, es la figura sacrificial que satisface la justicia de Dios (Lev. 17:11; Heb. 9:22). Como León, es el rey mesiánico de la tribu de Judá (Gén. 49:9–10), aquel que viene con autoridad para gobernar y juzgar. El libro de Apocalipsis une ambas imágenes: el Cordero es también el León, y solo Él es digno de abrir los sellos del destino redentor para la humanidad.
Adoramos a un Salvador que nos amó lo suficiente como para morir por nosotros, pero también nos guía con poder como Rey soberano. Este equilibrio elimina la arrogancia (ante su sangre) y el temor (ante su realeza). Hoy, Jesús se presenta como Cordero que ofrece perdón. Pero quien rechaza su sacrificio, enfrentará un día al León que juzga con justicia (2 Tes. 1:7–9).
2. Sacerdote y Ofrenda, 📖 Referencias clave:
Levítico 16 – El sumo sacerdote el Día de la Expiación.
Isaías 53:10 – “Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado.”
Hebreos 4:14; 9:11–14 – Cristo como Sumo Sacerdote que se ofrece a sí mismo.
Juan 10:18 – “Nadie me quita la vida, yo la pongo de mí mismo.”
El sistema levítico exigía que un sacerdote ofreciera sangre ajena. Jesús, el nuevo y perfecto Sacerdote según el orden de Melquisedec (Salmo 110:4; Heb. 7:17), rompe ese patrón: Él mismo es la víctima. Esto transforma radicalmente el culto: ya no hay necesidad de sacrificios repetidos (Heb. 10:12).
Ya no dependemos de rituales humanos ni mediadores religiosos. Cristo intercede eficazmente y eternamente por nosotros los creyentes (Heb. 7:25). Toda religión humana busca "ofrecer algo". El Evangelio dice: Dios ya se ofreció a Sí mismo. Rechazar ese sacrificio es despreciar la única ofrenda suficiente delante de Dios por tus pecados (Heb. 10:29).
3. Siervo y Rey, 📖 Referencias clave:
Isaías 42:1–3; 53:3–11 – El Siervo sufriente.
Zacarías 9:9 – El Rey humilde montado en un pollino.
Mateo 20:28 – “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir.”
Apocalipsis 19:11–16 – Cristo como Rey de reyes, Juez guerrero.
En Isaías, el Siervo es despreciado, cargado con nuestros pecados. En los Evangelios, Jesús sirve, lava los pies de sus discípulos, muere. Pero también resucita, asciende y regresará como el Rey vencedor, montado en un caballo blanco. La humildad del Siervo no niega su autoridad real, sino que la revela.
Las escrituras nos llama a imitar su siervo-reinado: servir en humildad mientras esperamos su regreso glorioso. Este modelo cristiano es el antídoto contra el liderazgo egocéntrico. Jesús te sirve hoy con paciencia y gracia. Pero Él regresará con poder. ¿Lo recibirás como Rey voluntario o como Juez inevitable?
4. Hijo obediente y Señor exaltado, 📖 Referencias clave:
Filipenses 2:5–11 – Se humilló… por lo cual Dios lo exaltó.
Lucas 22:42 – “No se haga mi voluntad, sino la tuya.”
Colosenses 1:15–18 – “Primogénito (Señor) de toda creación… cabeza del cuerpo.”
Hebreos 5:8 – “Aprendió obediencia por lo que padeció.”
La gloria de Cristo se basa en su obediencia radical al Padre. La exaltación no es un añadido, sino la consecuencia inevitable de su humildad perfecta. Esta unión de sumisión filial y autoridad suprema revela que el verdadero liderazgo nace del sacrificio. La obediencia no nos degrada, nos configura con Cristo. Aquellos que se humillan con Él, también reinarán con Él (2 Tim. 2:12). Jesús, aunque Señor, se sometió por amor. ¿Cómo puedes resistirte a un Señor así?
Las paradojas de Cristo; son testigos de su grandeza divina y humana. Solo alguien verdaderamente Dios y verdaderamente hombre puede ser a la vez:
El Cordero sacrificado y el León conquistador,
El Sacerdote eterno y la Ofrenda perfecta,
El Siervo humilde y el Rey glorioso,
El Hijo obediente y el Señor universal.
> Este Cristo no puede ser simplemente ignorado o desestimado. Hay que rendirse ante Él… o resistirse a Él. Pero lo que no se puede hacer es ignorarlo sin sufrir las consecuencias eternas de ese desvarío. ¿Qué harás con este Cristo de contrastes? Acéptalo hoy como tu Señor y Salvador personal!
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Tres beneficios del temor a Jehová: Un breve análisis del Salmo 34
Un canto desde la cueva: David escribió el Salmo 34 en uno de los momentos más vulnerables de su vida. Según el título del salmo, se trata de aquel episodio registrado en 1 Samuel 21, cuando David fingió locura ante Abimelec (Aquis, rey de Gat) para evitar ser capturado. Huido de Saúl, sin recursos ni ejército, refugiado en una cueva, compone esta alabanza llena de gratitud, reverencia y enseñanza.
Lo que sorprende es que en medio de la presión, el salmista no cae en desesperanza, sino que invita a otros a “temer a Jehová”. Para David, el temor del Señor no es un recurso religioso decorativo, sino una fuerza vital que sostiene, protege y enseña. En los versículos 7, 9 y 11 encontramos tres beneficios concretos del temor a Dios.
1. Protección divina: (Salmo 34:7) > “El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende.”
El hebreo "malʾakh YHWH" ("El ángel de Jehová"), se refiere a la manifestación activa de la presencia de Dios —no sólo un mensajero angelical, sino una figura divina que aparece con poder y cercanía (cf. Éxodo 3:2; Jueces 6:12). La imagen del campamento implica permanencia, cobertura y compañía.
Quien teme a Dios no vive expuesto. No es invulnerable, pero sí guardado por una presencia real que lo rodea y defiende. Hoy, muchos buscan seguridad en sistemas, ideologías o alianzas humanas. Pero la Escritura enseña que el temor del Señor coloca al creyente bajo una custodia celestial que ninguna fuerza humana puede igualar ni traspasar.
2. Provisión sin carencia: (Salmo 34:9) > “Temed a Jehová, vosotros sus santos, pues nada falta a los que le temen.”
El verbo hebreo ḥāsēr ("faltar") comunica necesidad básica o carencia esencial. La promesa es clara: los que viven en reverencia ante Dios no experimentan una vida de escasez espiritual ni de abandono.
David no promete riquezas, pero sí suficiencia. La vida marcada por el temor de Dios se caracteriza por la confianza en que Él proveerá lo necesario. En una cultura de consumo y comparación, esta verdad libera al creyente para vivir con contentamiento. El temor a Dios desactiva la ansiedad por lo material porque deposita la seguridad en el Dador, no en los dones.
3. Formación espiritual: (Salmo 34:11) > “Venid, hijos, oídme; el temor de Jehová os enseñaré.”
Este versículo introduce una sección didáctica del salmo. David adopta el rol de un maestro (incluso paternal), mostrando que el temor de Dios no es innato, sino aprendido. "Os enseñaré..." implica que hay contenido y práctica en esta reverencia.
El temor a Jehová es formativo. Nos disciplina, corrige nuestra lengua (vv.13-14), nos guía en la búsqueda del bien y de la paz. En otras palabras, produce madurez. En un mundo que celebra la autonomía sin límites, temer a Dios es ceder el control a Aquel que verdaderamente sabe lo que conviene al alma.
El temor que trae vida: Lejos de ser un temor esclavizante, el temor a Jehová según el Salmo 34 es fuente de consuelo, provisión y crecimiento. David no escribe desde una torre de marfil teológica, sino desde una cueva, perseguido y vulnerable. Y aun así puede decir que Dios lo ha rodeado, sustentado y enseñado. Del mismo modo lo puede hacer contigo.
En tiempos inciertos, necesitamos recuperar esta verdad: el temor del Señor no oprime, edifica. Nos coloca en el lugar correcto ante un Dios soberano, amoroso y justo. > “Temed a Jehová, pues nada falta a los que le temen.”– Salmo 34:9. ¿Y tu de que manera vives el temor a Jehová?
Esta sección tiene como meta, presentar información oportuna, interesante y hasta curiosa para el
conocimiento sobre Dios y tu futuro eterno.
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