Todos conocemos el cansancio físico; lo sentimos en los músculos, en la respiración, en el pulso. Pero hay un cansancio más profundo, uno que no se resuelve con una siesta ni con un vaso de agua. Es ese cansancio del alma que aparece en los momentos de silencio, cuando ya no queda nada que nos distraiga. Es entonces cuando surge una pregunta honesta: ¿Por qué sigo sintiendo que algo me falta? Las Escrituras llaman a eso sed —no una sed fisiológica, sino espiritual existencial. Y es precisamente en ese contexto que Jesús pronuncia una de las declaraciones más penetrantes de todo el Evangelio.
Imaginemos Jerusalén en "El último día de la fiesta" las calles están llenas, los peregrinos han venido de todas partes. Es la Fiesta de los Tabernáculos, una de las más alegres del año. Durante una semana entera, Israel recuerda cómo Dios los sostuvo en el desierto. Los judíos levantan cabañas improvisadas, celebran, cantan, dan gracias, y participan en un rito muy significativo: la ceremonia del agua.Cada día, al amanecer, un sacerdote desciende desde el Templo hasta el estanque de Siloé. Toma agua con una jarra de oro, y mientras regresa, la multitud entona Isaías 12:3: “Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación.” Luego esa agua se derrama sobre el altar, simbolizando la provisión divina y apuntando a la esperanza del futuro derramamiento del Espíritu Santo.
Es una fiesta colorida, alegre, luminosa. Pero también es una fiesta profundamente religiosa, llena de significado. Y es allí, en el último y más solemne día, cuando las voces se calman y el rito llega a su punto culminante, que Jesús se pone de pie.El texto dice: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: ‘Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.’” (Juan 7:37)
No es un comentario susurrado. Jesús "se puso en pie" para que todos lo pudiesen ver y así todos pudieran saber a quién dirigirse, pero también “alzó la voz” para que su invitación llegara a todos. Hoy esta invitación esta llegando a ti que lees estas lineas. ¿Tienes sed de Dios? entonces Jesús es la respuesta, debes ir a El y "beber" de sus palabras para saciar tu necesidad.
En una ciudad que conoce la fragilidad del agua —una ciudad que depende de estanques, no de ríos— Jesús promete algo que desafía el paisaje mismo: Ríos de agua viva fluyendo desde adentro. Era como decir: “Las ceremonias pueden recordar la provisión de Dios, pero Yo soy la provisión misma.”
Esta sección tiene como meta, presentar información oportuna, interesante y hasta curiosa para el
conocimiento sobre Dios y tu futuro eterno.
Si ha sido de provecho compártelo en tus redes sociales, para que otros también sean bendecidos.
síguenos en:
X: @heraldo67
instagram: serginho6767
facebook: maná diario
ivoox: maná diario

No hay comentarios:
Publicar un comentario