sábado, 28 de octubre de 2023

Elementos inexistentes en el tabernáculo (parte II) .txt, mp3

 2.- EN EL TABERNÁCULO NO HABÍAN VENTANAS¿Por qué no?

Una ventana permitiría un acceso adicional a los recintos establecidos, los cuales estaban caracterizados por una sola vía de entrada y salida. Había un solo acceso al atrio que daba paso al altar del holocausto, así como una sola puerta hacia el lugar santo. La altura de la cerca del atrio era de poco más de dos metros de altura, así que nadie se atrevería a saltar dicha valla, además la cubierta superior del tabernáculo constaba de varias capas de diferentes pieles o telas debidamente colocadas cada una para cumplir su función, sin contar las tablas cubiertas de oro que constituían las paredes que rodeaban el lugar santo del santísimo, era imposible que nadie pudiera acceder a estos recintos de otra manera que no fuera por la única entrada principal.
Una ventana sería un punto de distracción para los sacerdotes que ministraban, sobre todo en el lugar santo. Además permitiría que la influencia del desierto afectara el correcto funcionamiento de los muebles en el lugar santo.
Pensemos por un momento en lo que significaría para el servicio cotidiano de un sacerdote el que hubiese en el lugar santo una ventana. Pensemos en primer lugar en la mesa de los panes de la “presencia”, es bien sabido que los dos elementos enemigos de un pan fresco son: La luz y el aire. Esto haría que la frescura de los mismos se viera acortado, ya que estos panes debían cambiarse a diario la duración de los panes estaba exactamente calculada.
Y que si hablamos del candelero que era la única luz de este lugar, una fuerte brisa podría afectar el correcto funcionamiento del mismo, produciendo incluso que algunas de sus candiles se apagasen (recordemos que en el desierto los vientos son el común en casi todas las épocas del año). Esta luz debía arder continuamente.
Finalmente pensemos en el altar del incienso, como su nombre lo indicaba su única función era servir para que en el fuese quemado el incienso, elemento este  que serviría para preservar la vida del sumo sacerdote en el gran día de la expiación, ya que la densa niebla aromática velaba la magnífica gloria divina a los ojos del mortal representante del pueblo. Pero además esta densa niebla olorosa ascendía hasta la misma presencia de Dios como un olor fragante y grato, ofrenda que el Santísimo recibía con agrado. Este incienso debía quemarse dos veces al día, junto con los sacrificios de la mañana y de la tarde.
¿Qué pasaría si en este lugar santo existiese una ventana? Primeramente los panes no tendrían la duración establecida en los mandatos dados por Dios a Moisés; Al mismo tiempo una brisa podría apagar la luz que por mandato divino debía arder continuamente y finalmente la correcta función del Sumo Sacerdote se vería interrumpida impidiendo que representará a todo un pueblo delante de Dios, sin desestimar el que el olor grato del incienso quemado recorriera si trayecto sin ser interrumpido por las corrientes eternas del desierto.
¿Qué de malo puede haber que en un lugar oscuro y enclaustrado entrara un poco de luz y aire? Por lo visto anteriormente podemos decir que hay muchas razones por las cuales no debía haber ventanas en el tabernáculo. Y del mismo modo en nuestras vidas espirituales cuantas veces hemos escuchado esta misma pregunta. ¿Y qué tiene de malo? Hacer o dejar de hacer tal o cual cosa, termine cada uno en particular esta frase aplicándola a su vida personal y cotidiana.
No añadamos accesorios en nuestra casa espiritual que Dios no nos ha mandado que coloquemos
en ella, fijémonos en el ejemplo de este pasaje:
Luc 11:24  Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice: Regresaré a mi casa de donde salí. 25  Y viniendo, la halla barrida y arreglada. 26  Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él; y entrados, habitan allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero.
                Está claro que la “casa” que se hace referencia aquí es nuestro cuerpo y la expresión “barrida y ordenada” se refiere a aquellas cosas que agradan a los espíritus contrarios al espíritu de Dios. Así que cabe la pregunta ¿de qué manera estamos amueblando nuestra casa espiritual? Estamos poniendo en ella sillas que nos estanquen en el ministerio que Dios nos ha encomendado? O estamos abriendo ventanas de cara hacia este desierto sofocante y turbulento, dando pie a que la separación que debe existir en nuestras vidas no se haga patente. Recordemos la expresión lugar santo significaba lugar separado. ¿Cuántas sillas hay en mi casa y cuantas ventanas estoy abriendo? Ténganos presente de no añadir en ella lo que Dios no nos ha dicho que agreguemos.
El apóstol Pedro nos hace una reflexión tocante a este tema diciéndonos: 1Pe 2:5  Vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por Jesucristo, cabe entonces preguntarnos ¿Qué elementos estamos añadiendo a nuestra casa espiritual?


(haz clic aquí para descargar o escuchar).


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