- PERMANEZCA LA PALABRA EN NOSOTROS: Juan 15:7,16.
Si permanecéis en mí, y
mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será
hecho.
No me elegisteis vosotros
a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis
fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en
mi nombre, él os lo dé.
Ejemplo de lo contrario a permanecer en
la palabra. (Israel).
Isa 28:10 Porque mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato,
renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito
allá;
Isa 28:13 La palabra, pues, de Jehová les será mandamiento tras
mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un
poquito allí, otro poquito allá; hasta que vayan y caigan de espaldas, y sean
quebrantados, enlazados y presos.
El menosprecio que Israel había tenido con Jehová y su palabra
tendría sin ninguna duda consecuencias, pero estas consecuencias no
llegarían sin antes recibir de Dios una advertencia, advertencia que
encontramos en los versículos que hemos citado anteriormente, en ellos vemos
algunas reflexiones que muy fácilmente podríamos aplicarse a nuestras vidas hoy
día.
Lo primero que Dios resalta es el detalle que se debe tener a la hora de
escuchar a Dios. En el versículo diez, el profeta Isaías les describe a Israel
la forma como debían considerar los mandamientos divinos: "Porque
mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón,
línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá".
Minuciosamente y sin dejar de lado ningún detalle de lo que Dios tiene
que decirnos. La secuencia que se aplica aquí es de mayor a menor, pudiendo
aplicarse esto sencillamente al estudio de la Biblia tanto el que recibimos
cuando asistimos a la iglesia o reuniones para tal fin, así como a nuestro
estudio personal y privado. Es tal la importancia que Dios le da a este punto
que se repite idénticamente en el versículo trece: "mandamiento tras
mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un
poquito allí, otro poquito allá".
De manera que
la primera lección debe quedarnos clara, no debemos escuchar a Dios en la
lejanía de la rutina cotidiana, sino de manera detallada y sin dejar de lado
ninguna recomendación.
La siguiente lección es que nadie que recibe la palabra de Dios puede permanecer
indiferente a ella, esta causará algún efecto permanente en los que la reciben.
De aquí la importancia en revisar todos los detalles, ya que en el mínimo
rincón se esconde lo que yo necesito para mi bien espiritual. Me llama la
atención las tres palabras que el profeta menciona aquí: "caigan de
espaldas", "sean quebrantados" y "enlazados y presos".
La primera frase podría tener relación con el impacto renovador y de cambio que
la palabra causa al que la oye, al caer de espaldas pareciera que Israel iba a
ser "golpeada" por los mandamientos que oirían, pasarían de estar de
pie a caer de bruces sobre sus espaldas. Podríamos ver aquí que la mejor
posición ante Dios y lo que Él tiene que decirnos es la de humillación en su
presencia. Cuando escuchemos a Dios hablar dejemos de lado nuestro orgullo
banal humillándonos bajo la poderosa mano del Altísimo, para que nos exalte a
su debido tiempo.
La siguiente posición es de quebrantamiento, ningún corazón endurecido por las
raíces de amargura, rencor y problemas no resueltos, podrá atender de manera
eficaz lo que Dios tiene que hablarnos por su palabra. Es necesario darle
pronta solución al endurecimiento del corazón, y una de las formas es cortando
con la rutina de estas malas prácticas. No dejemos que el Sol se ponga sobre
nuestro enojo, dejando de resolver las diferencias que podamos tener con los
que nos rodean, sean hermanos o no. Si nos habituamos a criticar, prejuzgar y
mal interpretar lo que nos dicen, llegaremos a un punto que estaremos endurecidos
de tal manera que la palabra de Dios tardará mucho más en hacer su efecto en
nosotros. Por lo tanto dejemos que Dios nos quebrante para nuestra edificación
personal.
Por último tenemos: el efecto que Dios quería causar en Israel era de
cautiverio, pero entendamos bien esta palabra ya que Dios nunca se contradice
cuando habla, y uno de los efectos que tiene la eterna palabra de Dios es
que nos libera. Sin embargo Israel estaba cautivo por sus malos hábitos y la
cautividad que Dios buscaba para ellos estaba en la rutina constante del
estudio y meditación de los mandamientos divinos. Si no dejamos que los
mandatos de Dios nos enlacen de tal forma que no podamos salir a la calle sin
previamente haber meditado en ella, los rudimentos de este mundo nos harán
cautivos desviándonos del verdadero vínculo que Dios busca con nosotros.
Por tanto es necesario que
con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído no sea que nos
deslicemos. Leamos, estudiemos y meditemos en la poderosa palabra de Dios (la Biblia)
para que recibamos el bendito efecto que ella causa en los que la
practican. En este nuevo año que comienza
(2014), proponga-monos el estudiar la Biblia habitualmente y de forma
consecuente, y veremos los resultados a muy corto plazo en nosotros.
- GUARDÉMOS SUS MANDAMIENTOS:
1 Juan 3:21-23 Amados, si nuestro
corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquiera cosa
que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y
hacemos las cosas que son
agradables delante de él. Y este es
su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos
amemos unos a otros como nos lo ha mandado.
Somos hijos de un mismo
Padre, redimidos por un mismo sacrificio, el de Cristo en la cruz por medio de
su sangre derramada, disfrutamos de los mismos privilegios de habernos decidido
por Dios recibiendo la salvación. Todo lo anterior nos identifica como
hermanos, miembros de la familia divina, condición que no se alterará aún
después de nuestra muerte, cuando estemos en gloria.
Juan pasa a hablar de las
dos cosas que son agradables a Dios, los dos mandamientos de cuya obediencia
depende de que Dios nos conceda lo que
deseamos.
Debemos creer.
(i) Debemos creer en el
nombre de Su Hijo Jesucristo. Aquí tenemos el uso de la palabra nombre que
es característico de los escritores bíblicos. No quiere decir simplemente el
nombre por el que se conoce a una persona; quiere decir toda la naturaleza y el
carácter de esa persona en tanto en cuanto nos son conocidos. El salmista
escribe: " Nuestra ayuda es en el nombre del Señor» (Sal_124:8 ).
Está claro que no quiere decir que nuestra ayuda esté en el hecho de que Dios
Se llama Jehová; quiere decir que nuestra ayuda está en el amor y la
misericordia y el poder que se nos han revelado como la naturaleza y el
carácter de Dios. Así que creer en el nombre de Jesucristo quiere decir creer
en la naturaleza y el carácter de Jesucristo. Quiere decir creer que Él es el
Hijo de Dios, que Él está en una relación con Dios de una manera que no ha estado
ni puede estar nunca ninguna otra persona del universo, que puede revelar
perfectamente a la humanidad a Dios, y que es el Salvador de nuestras almas.
Creer en el nombre de Jesucristo es aceptarle como el Que realmente es.
Un
nuevo mandamiento.
(ii) Debemos amarnos unos
a otros, según el mandamiento que Él nos dio. Este mandamiento está en Jua_13:34 .
El mayor mandamiento para
un judío era, amar a Dios sobre todas las cosas, y junto con el de amar a tu
prójimo como a ti mismo, se resumía toda la ley. Pero Juan nos complementa los
dos anteriores detallando que en el nuevo orden establecido por el Señor (su
Iglesia), existe un objeto más de nuestro amor: nuestros hermanos. Ya que si
decimos que amamos a Dios debemos demostrarlo amando a nuestros hermanos. Si
este mandamiento no fuese tan importante no se mencionara en tantas
referencias:
El mismo Señor lo dijo:
Jn 13:34; 15:12, 17;
Pedro en 1Ped 2:17
Santiago se refriere a
sus hermanos como amados: Stg 1.19, 2:5
Pablo lo ratifica: Rom
12:10; 13:8; 1Tes 4:9;
Y como no podía ser de
otra manera el apóstol del amor Juan, nos lo recuerda en: 1Jn 2:10; 3:10, 14; 4:7,
20, 21.
Así que con tantas
referencias sobre el tema es necesario que atendamos especialmente a este nuevo
mandamiento del Señor, practicándolo constantemente en nuestras relaciones
fraternales. Debemos amarnos mutuamente con ese mismo amor generoso,
sacrificado, perdonador, con que Cristo nos ha amado.
Cuando ponemos juntos
estos dos mandamientos encontramos la gran verdad de que la vida cristiana
depende de una fe correcta y una conducta correcta combinadas. No podemos tener
la una sin la otra. No puede haber tal cosa como una teología cristiana sin una
ética cristiana; ni tampoco una ética cristiana sin una teología cristiana.
Nuestra fe no es real a menos que conduzca a la acción; y nuestra acción no
tiene justificación ni dinámica a menos que esté basada en la fe.
No podemos empezar la
vida cristiana hasta aceptar a Jesucristo por lo que El es, y no Le habremos
aceptado en ningún sentido real de la palabras hasta que nuestra actitud hacia
nuestros hermanos y semejantes sea como
Su propia actitud de amor.
Esta sección tiene como meta, presentar información oportuna,
interesante y hasta curiosa para el conocimiento
sobre la Biblia, la poderosa palabra de Dios.
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para que otros también sean bendecidos.
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