domingo, 5 de enero de 2014

Cumple con Dios y pedid lo que quieras, (II).




  • PERMANEZCA LA PALABRA EN NOSOTROS: Juan 15:7,16.
 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.
No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.

Ejemplo de lo contrario a permanecer en la palabra. (Israel).
Isa 28:10  Porque mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá; 
Isa 28:13  La palabra, pues, de Jehová les será mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá; hasta que vayan y caigan de espaldas, y sean quebrantados, enlazados y presos.

    El menosprecio que Israel había tenido con Jehová y su palabra tendría sin ninguna duda  consecuencias, pero estas consecuencias no llegarían sin antes recibir de Dios una advertencia, advertencia que encontramos en los versículos que hemos citado anteriormente, en ellos vemos algunas reflexiones que muy fácilmente podríamos aplicarse a nuestras vidas hoy día.

    Lo primero que Dios resalta es el detalle que se debe tener a la hora de escuchar a Dios. En el versículo diez, el profeta Isaías les describe a Israel la forma como debían considerar los mandamientos divinos: "Porque mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá".  Minuciosamente y sin dejar de lado ningún detalle de lo que Dios tiene que decirnos. La secuencia que se aplica aquí es de mayor a menor, pudiendo aplicarse esto sencillamente al estudio de la Biblia tanto el que recibimos cuando asistimos a la iglesia o reuniones para tal fin, así como a nuestro estudio personal y privado. Es tal la importancia que Dios le da a este punto que se repite idénticamente en el versículo trece: "mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá".
De manera que la primera lección debe quedarnos clara, no debemos escuchar a Dios en la lejanía de la rutina cotidiana, sino de manera detallada y sin dejar de lado ninguna recomendación. 

    La siguiente lección es que nadie que recibe la palabra de Dios puede permanecer indiferente a ella, esta causará algún efecto permanente en los que la reciben. De aquí la importancia en revisar todos los detalles, ya que en el mínimo rincón se esconde lo que yo necesito para mi bien espiritual. Me llama la atención las tres palabras que el profeta menciona aquí: "caigan de espaldas", "sean quebrantados" y "enlazados y presos". La primera frase podría tener relación con el impacto renovador y de cambio que la palabra causa al que la oye, al caer de espaldas pareciera que Israel iba a ser "golpeada" por los mandamientos que oirían, pasarían de estar de pie a caer de bruces sobre sus espaldas. Podríamos ver aquí que la mejor posición ante Dios y lo que Él tiene que decirnos es la de humillación en su presencia. Cuando escuchemos a Dios hablar dejemos de lado nuestro orgullo banal humillándonos bajo la poderosa mano del Altísimo, para que nos exalte a su debido tiempo.

    La siguiente posición es de quebrantamiento, ningún corazón endurecido por las raíces de amargura, rencor y problemas no resueltos, podrá atender de manera eficaz lo que Dios tiene que hablarnos por su palabra. Es necesario darle pronta solución al endurecimiento del corazón, y una de las formas es cortando con la rutina de estas malas prácticas. No dejemos que el Sol se ponga sobre nuestro enojo, dejando de resolver las diferencias que podamos tener con los que nos rodean, sean hermanos o no. Si nos habituamos a criticar, prejuzgar y mal interpretar lo que nos dicen, llegaremos a un punto que estaremos endurecidos de tal manera que la palabra de Dios tardará mucho más en hacer su efecto en nosotros. Por lo tanto dejemos que Dios nos quebrante para nuestra edificación personal.

    Por último tenemos: el efecto que Dios quería causar en Israel era de cautiverio, pero entendamos bien esta palabra ya que Dios nunca se contradice cuando habla,  y uno de los efectos que tiene la eterna palabra de Dios es que nos libera. Sin embargo Israel estaba cautivo por sus malos hábitos y la cautividad que Dios buscaba para ellos estaba en la rutina constante del estudio y meditación de los mandamientos divinos. Si no dejamos que los mandatos de Dios nos enlacen de tal forma que no podamos salir a la calle sin previamente haber meditado en ella, los rudimentos de este mundo nos harán cautivos desviándonos del verdadero vínculo que Dios busca con nosotros.

    Por tanto es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído no sea que nos deslicemos. Leamos, estudiemos y meditemos en la poderosa palabra de Dios (la Biblia) para que recibamos el bendito efecto que ella causa en los que la practican.  En este nuevo año que comienza (2014), proponga-monos el estudiar la Biblia habitualmente y de forma consecuente, y veremos los resultados a muy corto plazo en nosotros.

  • GUARDÉMOS SUS MANDAMIENTOS:
1 Juan 3:21-23 Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios;  y cualquiera cosa
que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son
agradables delante de él.  Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos
amemos unos a otros como nos lo ha mandado. 

Somos hijos de un mismo Padre, redimidos por un mismo sacrificio, el de Cristo en la cruz por medio de su sangre derramada, disfrutamos de los mismos privilegios de habernos decidido por Dios recibiendo la salvación. Todo lo anterior nos identifica como hermanos, miembros de la familia divina, condición que no se alterará aún después de nuestra muerte, cuando estemos en gloria.

Juan pasa a hablar de las dos cosas que son agradables a Dios, los dos mandamientos de cuya obediencia depende de que  Dios nos conceda lo que deseamos.

Debemos creer.

(i) Debemos creer en el nombre de Su Hijo Jesucristo. Aquí tenemos el uso de la palabra nombre que es característico de los escritores bíblicos. No quiere decir simplemente el nombre por el que se conoce a una persona; quiere decir toda la naturaleza y el carácter de esa persona en tanto en cuanto nos son conocidos. El salmista escribe: " Nuestra ayuda es en el nombre del Señor» (Sal_124:8 ). Está claro que no quiere decir que nuestra ayuda esté en el hecho de que Dios Se llama Jehová; quiere decir que nuestra ayuda está en el amor y la misericordia y el poder que se nos han revelado como la naturaleza y el carácter de Dios. Así que creer en el nombre de Jesucristo quiere decir creer en la naturaleza y el carácter de Jesucristo. Quiere decir creer que Él es el Hijo de Dios, que Él está en una relación con Dios de una manera que no ha estado ni puede estar nunca ninguna otra persona del universo, que puede revelar perfectamente a la humanidad a Dios, y que es el Salvador de nuestras almas. Creer en el nombre de Jesucristo es aceptarle como el Que realmente es.

Un nuevo mandamiento.

(ii) Debemos amarnos unos a otros, según el mandamiento que Él nos dio. Este mandamiento está en Jua_13:34 .

El mayor mandamiento para un judío era, amar a Dios sobre todas las cosas, y junto con el de amar a tu prójimo como a ti mismo, se resumía toda la ley. Pero Juan nos complementa los dos anteriores detallando que en el nuevo orden establecido por el Señor (su Iglesia), existe un objeto más de nuestro amor: nuestros hermanos. Ya que si decimos que amamos a Dios debemos demostrarlo amando a nuestros hermanos. Si este mandamiento no fuese tan importante no se mencionara en tantas referencias:

El mismo Señor lo dijo: Jn 13:34; 15:12, 17;
Pedro en 1Ped 2:17
Santiago se refriere a sus hermanos como amados: Stg 1.19, 2:5
Pablo lo ratifica: Rom 12:10; 13:8; 1Tes 4:9;
Y como no podía ser de otra manera el apóstol del amor Juan,  nos lo recuerda en: 1Jn 2:10; 3:10, 14; 4:7, 20, 21.

Así que con tantas referencias sobre el tema es necesario que atendamos especialmente a este nuevo mandamiento del Señor, practicándolo constantemente en nuestras relaciones fraternales. Debemos amarnos mutuamente con ese mismo amor generoso, sacrificado, perdonador, con que Cristo nos ha amado.

Cuando ponemos juntos estos dos mandamientos encontramos la gran verdad de que la vida cristiana depende de una fe correcta y una conducta correcta combinadas. No podemos tener la una sin la otra. No puede haber tal cosa como una teología cristiana sin una ética cristiana; ni tampoco una ética cristiana sin una teología cristiana. Nuestra fe no es real a menos que conduzca a la acción; y nuestra acción no tiene justificación ni dinámica a menos que esté basada en la fe.


No podemos empezar la vida cristiana hasta aceptar a Jesucristo por lo que El es, y no Le habremos aceptado en ningún sentido real de la palabras hasta que nuestra actitud hacia nuestros hermanos y  semejantes sea como Su propia actitud de amor.
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interesante y hasta curiosa  para el conocimiento 
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