La
Orotava, 09 de Febrero del 2016.
Ser religioso
no necesariamente significa tener una relación directa y acertada con Dios. En el nombre de Dios se han cometido las
atrocidades más descabelladas jamás realizadas. Si nos remontamos a sus
orígenes las religiones fueron creadas por hombres que tuvieron una necesidad
de ser venerados y tenidos por dioses. Esto sucedió en el antiguo Egipto donde
a los Faraones se les veneraban como a deidades y, ¿qué decir del imperio Romano? Los mismos emperadores se auto proclamaban dioses y exigían ser
adorados como tales. Sin embargo, es evidente que todos estos faraones y
emperadores han tenido que pasar por la experiencia de la muerte, demostrando
así que eran no más que simples mortales, ya que el único y genuino Dios no
puede morir.
Ser parte de
un grupo religioso puede en principio estar sujeto a una tradición familiar, ya
que en muchos grupos familiares escuchamos la expresión “ yo sigo la religión
de mis padres” y siguen un conjunto de normas heredadas de generación en
generación, olvidando que sus antecesores pudieron equivocarse a la hora de
escoger el camino para llegar a Dios. No cuestionan nada ni confrontan sus
creencias con lo que la Biblia (la norma dejada por Dios) nos dice. Otros
sencillamente se dejan llevar por líderes carismáticos que arrastran a
multitudes que están allí porque ellos les dicen lo que quieren escuchar. Otros, dejándose llevar por sus emociones, siguen alguna religión sencillamente
porque se les eriza el vello de la piel al escuchar tal o cual canción. Seguir
a Dios no es una cuestión de herencia familiar, estar en el camino correcto que
lleva hacia el ser Supremo no quiere decir que solo debo escuchar lo que quiero
oír desechando todo lo demás, y mucho menos seguir a Dios es un de asunto de
emociones y experiencias carnales.
Entonces surge el interrogante: si la religión y todo lo anteriormente descrito no me puede llevar a Dios, ¿cómo puedo hallarlo? La
Biblia, en Juan 3, describe una historia de un hombre llamado Nicodemo
que vino al encuentro del Señor Jesús de noche con muchas preguntas. Este
hombre era rico, pero sus riquezas no podían llenar el vacío existente en su
vida. Nicodemo era intelectual: era un maestro de maestros, instruido en la ley
de Moisés y enseñaba esto al pueblo. Pero su conocimiento no bastaba
para acallar todas sus dudas. Él era religioso y seguidor
tradicional de las costumbre judías y seguramente cumplidor de muchas de ellas, pero todo esto no le daba la satisfacción plena que él buscaba, es por eso que
se acerca al Señor en busca de la genuina verdad.
El encuentro
de Nicodemo con el Señor Jesucristo lleva a este hombre a plantearse un interrogante que jamás había surgido en toda su carrera. Jesús le pregunta si él tenía la experiencia del nuevo nacimiento. En Juan 3:5 se nos dice: “el que no naciere del
agua y del espíritu no puede entrar en el reino de Dios”. Nacer de nuevo es
experimentar un cambio tan radical que se compara como un nacimiento físico, es
que le ocurra a uno en el alma lo que se produce cuando vemos la luz por primera
vez. Esta experiencia no es el resultado de ningún esfuerzo humano, todo esto
es por la misericordia y gracia de Dios, misericordia que debemos pedir a Él.
Esta frase, nacer de nuevo o renacer, recorre todo el Nuevo
Testamento. Pedro habla de renacer por la gran misericordia de Dios (1 Pedro 1:3
); y también de renacer, no de simiente corruptible, sino incorruptible (1 Pedro 1:23
). Santiago nos dice que Dios nos hizo renacer por la Palabra de verdad (Santiago 1:18
). En la Carta a Tito se nos habla del lavamiento de la regeneración
(Tito 3:5). Algunas veces se expresa esta misma idea como una muerte seguida
de una resurrección o recreación. Pablo dice que los cristianos hemos muerto
con Cristo y resucitado a una nueva vida (Romanos 6:1-11 ). Y habla
de los que se han convertido hace poco como bebés en Cristo (1 Corintios 3:1-2
). El que una persona esté en Cristo, es decir, sea cristiana, es como si
hubiera sido creada totalmente de nuevo (2 Corintios 5:17 ). Una nueva
creación tiene lugar en Cristo (Gálatas 6:15 ). Nuevas personas son creadas
según Dios en la justicia y santidad de la verdad (Efesios 2:24 ). El que
está dando los primeros pasos en Cristo es un niño (Hebreos 5:12-14 ). Esta
idea del nuevo nacimiento o de la nueva creación aparece en todo el Nuevo
Testamento. Ahora bien, esta idea no les
sonaría extraña en absoluto a los primeros lectores del Nuevo Testamento. Los
judíos la usaban al hablar de los que procedían del paganismo y aceptaban el
judaísmo mediante la oración, el sacrificio, el bautismo y la circuncisión:
eran nacidos de nuevo. "El prosélito que abraza el judaísmo -decían los
rabinos- es como un niño, recién nacido.» Tan radical era el cambio que todos
los pecados que hubiera cometido antes se le habían perdonado, por que ahora
era una persona diferente. (W. Barclay, comentario al evangelio de Juan).
Ser religioso o ser parte de un grupo que profese seguir a Dios no nos
da ninguna garantía de que todas nuestras cuentas pendientes con Dios están
saldadas. La única experiencia válida delante de Dios es la del nuevo nacimiento
ganada por Cristo en la cruz del calvario. Cristo derramó toda su vida y su
sangre para que tú y toda la humanidad pudiéramos experimentar este nuevo
nacimiento en Dios. Es por eso que debes profesar con tus labios el
reconocimiento absoluto de tus pecados y pedir el perdón que solo Dios da a
aquellos que lo buscan de corazón. ¿Tienes esta experiencia en tu vida? Si no
es así, permite que Cristo te dé el nuevo nacimiento que toda
persona necesita para encontrar la
salvación eterna de su alma.
Esta sección tiene como meta, presentar información oportuna, interesante
y hasta curiosa para el conocimiento sobre la Biblia, la poderosa palabra de Dios.
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