miércoles, 19 de septiembre de 2018

La verdadera circuncisión que Dios espera de nosotros.


El rito por el cual todo niño varón nacido al octavo día, debía ser despojado de su prepucio era llamado como circuncisión Gen 17:12. Era un símbolo de su desprendimiento carnal y como contrapartida al mismo tiempo de su entrega a Dios, negándose a sus propios deseos.
            Los judíos habían materializado tanto este concepto de tal modo que el mismo Dios tiene que recordarles que lo que El pide de su pueblo va más allá de los rituales y ceremonias establecidas por el mismo. Que nada vale cumplir una formalidad delante de los hombres si esta no va acompañada de un sincero deseo de agradarle. Esto es lo que Dios mismo les dice en Deu 10:16.
            Es lo mismo que manifestó Esteban a la turba que finalmente terminó con su vida apedreándole en Hch 7:51  ¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros.
            Fácilmente podemos caer al igual que estos personajes antiguos en el formalismo y la rutina de la apariencia. Nos habituamos a solo cumplir con las costumbres colectivas dejando de lado la verdadera actitud que Dios espera de nosotros. Esto es lo que el apóstol Páblo expresa en Col 2:11  En él (Cristo) también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo. Dios busca un compromiso sincero y espiritual arrojando de nosotros toda carnalidad y malicia, desechando todas las obras del viejo hombre. Gal 5:19-21.
            Así que la única circuncisión que Dios aprueba es la que proviene del corazón y del espíritu que esta dispuesto a desprenderse de todo aquello que ofende a Dios y a su santidad. Rom 2:29  sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios.
            No permitamos que el formalismo religioso y las costumbres humanas, nos alejen del verdadero propósito de Dios en nosotros. Como lo expresa Páblo en Gal 5:6  porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la in circuncisión, sino la fe que obra por el amor.

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