sábado, 6 de octubre de 2012

Historia de Himnos."Jesús que dulce nombre."


Historia de Himnos.

Bernardo de Clairvaux.

            1091 - 1153.
En el año 1091 un caballero de la época medieval, combatiente en la primera cruzada, junto con su esposa se gozaron con la llegada de un hijo, el cual llamaron Bernardo.
Este muchacho de buena familia, tuvo muchas ventajas y favores, éste mundo prometía mucho para él. Mas su madre oraba por él y deseaba que él llegase a ser un "mensajero de Dios." Ella no pudo ver sus oraciones contestadas, pues murió cuando Bernardo tenía 14 años.
A la edad de 22 años, Bernardo comenzó su vida de monje en un monasterio en Francia. El tenía un talento brillante, y ejercía una influencia irresistible y un gran poder de súplica, que lo hizo un buen guía para otros. Esta influencia logró que un tío y dos hermanos se uniesen a él.
La vida en el monasterio era muy dura, pero Bernardo era diligente, aún cuando algunas veces su salud estuvo en peligro.
En el monasterio su perseverancia ganó admiración, y después de dos años, él era un guía para un grupo de doce monjes, que fueron la base para una nueva institución que estaba localizada en un espeso bosque sin camino. Ellos trabajaron allí, lo transformaron y lo llamaron Clairvaux, "El Valle de Luz."
La fama de Bernardo creció rápidamente, pero sus días felices fueron gastados en el monasterio de Clairvaux. Allí el gozaba de comunión con Dios.
Martín Lutero testificó de él: "Si hubo alguien sobre la tierra, temeroso de Dios y un santo monje, éste era Bernardo de Clairvaux."
Bernardo murió a los 63 años, cansado de este mundo y contento de descansar. Sus últimas palabras fueron: "Que sea hecha la voluntad de Dios."
La contribución de Bernardo a la himnología fue en forma de poesías escritas en latín. Las dos más conocidas a nosotros son: Jesús que dulce nombre y Rostro divino.
Esta última, en su original es una meditación acerca de los sufrimientos de Cristo, y consiste en 350 líneas, y está dividido en siete partes.
El otro poema ha sido considerado el más dulce y evangélico de la edad media. Aunque algunos dudan de la autoría de Bernardo, las mejores autoridades están convencidas que fue escrito por él.

David Livingstone narra que en sus viajes en las selvas del África, este himno repicaba en sus oídos, y le animaba a seguir adelante.
Sin duda, es una preciosa meditación, demostrando que el corazón de Bernardo estaba lleno de la persona de Cristo. Él en medio de las tinieblas del pecado, descansó en la luz y el calor de la presencia del Señor.
Dejemos que el Señor entre en nuestros corazones, y así permaneciendo en Él, clamemos al igual que Bernardo de Clairvaux: "Jesús que dulce nombre."

Traducido,
Revista BET-EL Nro. 19
Marzo, 1983



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